Rumbo a los cien años de Asimov [18]: Los futurianos.

Me convertí en un fan de la ciencia ficción a mediados de los años treinta. Con esto no quiero decir que me limitara a su lectura. Intenté participar en su desarrollo. El modo más fácil de hacerlo era escribiendo cartas al director.

Todas las revistas de ciencia ficción tenían una sección de cartas y animaban a los lectores a escribir. La que más me gustaba en aquella época era Astounding Stories. Empezó a publicarse en 1930 bajo la dirección de Clayton Publications. La Depresión terminó con el negocio de la revista, y con Clayton, después del número de marzo de 1933, pero la mayor editorial de folletines, Street & Smith Publications, adquirió los derechos del nombre.Por tanto, a los seis meses de su muerte, Astounding resucitaba con el número de octubre de 1933. Bajo la dirección imaginativa de F. Orlin Tremaine, enseguida se convirtió en la mejor y más vendida revista de ciencia ficción. Sigue existiendo en la actualidad, aunque ha cambiado su nombre por el de Analog Science Fact-Science Fiction. En enero de 1990 la revista celebró su sexagésimo aniversario (pero una enfermedad, con gran disgusto por mi parte, me impidió asistir al acontecimiento).

Escribí mi primera carta a Astounding en 1935 y la publicaron. Como la mayoría de los fan, yo citaba las historias que me habían gustado y las que no, decía por qué y pedía que los cantos de las páginas fueran más suaves en vez de tan ásperos, puesto que se desmenuzaban y dejaban hilas de papel por todas partes. (La revista, con el tiempo, se hizo con cantos suaves. No es que carecieran de sensibilidad: los cantos suaves cuestan dinero). En 1938 escribí cartas a Astounding todos los meses, y por lo general las publicaban. Esto resultó ser más importante de lo que podía haber imaginado. Había otras maneras de ser un fan. Los fans pueden llegar a conocerse entre sí (tal vez a través de la sección de cartas, puesto que se publicaba el nombre y la dirección). Si vivían cerca, podían reunirse, discutir los relatos, intercambiar revistas y cosas así. Lo que acababa convirtiéndose en un «club de fans». En 1934 una de las revistas creó la Liga Americana de Ciencia Ficción y los fans que se unían a ella podían ampliar su círculo de amistades a zonas más lejanas.

Clavado como estaba a la tienda de caramelos, no sabía nada de estos clubes y nunca se me hubiese ocurrido unirme a la Liga. Pero un joven que había ido conmigo a Boys High vio mi nombre en las cartas de Astounding y me envió una postal invitándome a asistir a una reunión del Club de Ciencia Ficción de Queens. Esta posibilidad me resultaba excitante y de inmediato empecé a negociar con mis padres. En primer lugar, tenía que estar seguro de que podían prescindir de mí en la tienda por el tiempo que durara la reunión. Después, se trataba de convencerlos de que me dieran dinero para el billete, más algunos centavos extra por si comíamos en el club y tenía que comprar algo. Llegados a este punto, debo decir que nunca recibí paga de ningún tipo. Trabajaba en la tienda por la comida, el alojamiento, la ropa y la educación; mis padres pensaban que era suficiente, y también yo. Había oído hablar de pagas para los niños en las películas, tiras de dibujos, etc., pero siempre tuve la vaga sensación de que era una romántica irrealidad.

Por supuesto, si necesitaba dinero para alguna cosa (transporte a la escuela, comida o incluso para algo frívolo como el cine) nunca me lo negaban, pero tenía que pedirlo. Hasta que no empecé a recibir cheques por mis relatos no pude abrir mi propia cuenta en el banco, y siempre bajo la condición implícita de que el dinero estaba destinado a la enseñanza y a otros gastos escolares inevitables, a ninguna otra cosa.

Cuando fui mayor me pareció extraño que mi padre, a pesar de que no me daba ni un penique, no dudara en permitir que tuviera acceso a la caja registradora. Obviamente, la caja registraba todas las ventas y, si hubiese robado de vez en cuando una moneda de 25 centavos, se habría notado. Habría podido vender caramelos o cigarrillos y después «olvidarme» de meter el dinero en la caja y embolsármelo, pero fui muy bien educado y jamás se me ocurrió hacer algo así y, aparentemente, mi padre tampoco pensó que podía hacerlo.

En cualquier caso, me permitieron asistir a la reunión del club de fans y me dieron dinero suficiente, así que el 18 de septiembre de 1938 conocí, por primera vez, a otros aficionados a la ciencia ficción. Sin embargo, entre la primera invitación y la segunda tarjeta en la que se me daban instrucciones para llegar al lugar de la reunión, había habido una escisión en el club de Queens, y un pequeño grupo disidente había formado una nueva organización. (Con el tiempo, llegué a darme cuenta de que los aficionados a la ciencia ficción eran un grupo discutidor y pendenciero y que los clubes estaban siempre dividiéndose en facciones hostiles).

Mi compañero de instituto pertenecía al pequeño grupo escindido, e ignorando por completo que no iba al club de Queens, me uní a ellos. Este grupo se había separado porque eran activistas que pensaban que los aficionados a la ciencia ficción debían adoptar posturas más antifascistas, mientras que el núcleo mayoritario sostenía que la ciencia ficción estaba por encima de la política. Si hubiese sabido algo de la ruptura, me habría puesto sin dudarlo del lado del grupo escindido, así que, de todas formas, había llegado al lugar adecuado.

El nuevo grupo se puso un nombre bastante largo y grandilocuente, pero popularmente se les conoce como los Futurianos y formaban el más extraño club de fans que jamás haya existido. Estaba compuesto por un grupo de adolescentes brillantes que, por lo que pude ver, procedían todos de hogares rotos y habían tenido una infancia desdichada o, por lo menos, insegura. Una vez más, era un intruso, ya que había tenido una familia muy unida y una infancia feliz, pero en otros aspectos todos me gustaron y sentía que había encontrado un hogar espiritual.

Para demostrar cómo cambió mi vida, debo explicar mis ideas sobre la amistad… A menudo en libros y películas oímos hablar de amistades de la infancia que duran toda la vida; de antiguos compañeros de escuela que permanecen juntos a lo largo de los años; de camaradas de armas que se reúnen para emborracharse y revivir la alegría de la vida en los cuarteles; de compinches de colegio que se ayudan durante toda la vida en honor a los viejos tiempos.

Puede que suceda, pero yo soy escéptico. Me parece que la gente que ha compartido la escuela o el ejército ha vivido en un estado de intimidad forzada que no han elegido por sí mismos. Podría existir algún tipo de amistad por costumbre y proximidad entre aquellos que se caen bien aisladamente o que fueron forzados al compañerismo social fuera de los ambientes artificiales de la escuela y el ejército, pero no de otra manera.

En mi caso, no hubo ninguna amistad de la escuela que se mantuviera después, ni ninguna amistad del ejército que sobreviviera a mi paso por él. En parte fue porque no tenía tiempo para las relaciones sociales fuera de la escuela o el ejército, y en parte debido a mi aislamiento. Pero, una vez que me uní a los Futurianos, todo cambió. En este caso, aunque tenía pocas posibilidades de mantener relaciones sociales y a pesar de que no estaba en contacto con algunos de ellos durante largos períodos de tiempo, hice amistades profundas que en algunos casos han durado medio siglo, hasta la actualidad. ¿Por qué?

Por fin conocía a gente que estaba en la misma onda que yo, a quien le gustaba la ciencia ficción y que era tan brillante e irregular como yo. Reconocía a un alma gemela de manera inconsciente. Lo notaba de inmediato, sin necesidad de un proceso intelectual. De hecho, en algunos casos, entre los Futurianos y fuera de ellos, he encontrado almas gemelas y amistades eternas incluso en gente que no me gusta. De todas maneras, en este libro pretendo dedicar capítulos cortos a individuos que han influido mucho en mi carrera o cuyas vidas se entrecruzaron con la mía de alguna manera, y lo mejor que puedo hacer es empezar con algunos de los Futurianos más destacados.


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