Querido diario: quiero aprovechar que mi novia anda en la sierra para contar una anécdota divertida y un poco curiosa que me ocurrió este fin de semana, aprovecho este suceso debido a que en la sierra no hay señal de internet, supongo que mi novia ha de andar montando en caballo y matando animales, yo qué sé, cosas de mujeres silvestres. Dado que no tiene internet, no tiene derecho a réplica y así también evito que venga y me meta una putiza ─porque es bien violenta─.
A lo que voy:
El fin de semana mi novia y yo nos levantamos y sentimos hambre, y yo, el hombre proveedor, intenté dar solución a dicho problema. Primero pensé en comprar uber eats, pero la neta estoy hasta la verga de que lo único que haya aquí en Chihuahua sea pizza, bolas de arroz o los mentados boneless de mierda, no es que los odie, pero ya me tienen hasta la verga.
Luego pensé en ir a comprar algo en los múltiples locales de comida de Campo Bello, lamentablemente esos hijos de su chingada madre son unos hambreados que sólo intentan joder a foráneos, la última vez me atacaron dos tortas de barbacoa, dos consomés y dos refrescos por casi 500 dineros, o sea, no mames. No es que uno esté tan jodido, pero tampoco uno es pendejo como para volver a caer dos veces en la misma trampa. Con esos 500 dineros pelada haces el mandado de una semana para una persona (sabiendo qué comprar, claro está).
Derivado de este pensamiento, es que se me ocurrió la maravillosa idea de precisamente hacer el mandado.
─Oye mi amor, ¿y sí vamos a pinche Walmart y compramos todo lo necesario para comer hoy y mañana?, no sé, vegetales y así, luego cocinamos y chingue su madre. ─preguntó el caballero.
─Simón wey ─exclamó la dulce princesa─.
El plan era sencillo, para armar una lista de supermercado primero indagué en cuáles serían los platillos que íbamos a preparar, digo, así sería más fácil ir completamente enfocados a los productos y no perder tiempo en pinche supermercado, no me malentiendan, yo amo ir al supermercado, pero me caga andar viendo gente, porque la gente es muy pendeja, además en una de esas me da COVID y me muero.
La lista era sencilla, íbamos a desayunar huevo con tortilla y cebolla, en la comida unas enchiladas verdes y ya para la cena íbamos a improvisar algo con pollo y las verduras que sobraran, fin.
─¿Sabes hacer enchiladas suizas?, de las verdes ─pregunté.
─Simón, está pelada.
Pregunté eso porque yo soy bien mañoso con la comida, a mí las enchiladas verdes me gustan porque pues son verdes (la salsa lleva tomatillo), pollo, cebolla, queso, crema, etc, etc. Digo, creo que todos hemos tragado enchiladas verdes alguna vez, habrá quienes prefieran las rojas, pero esos son unos pendejos, las verdes son las mejores. #TeamEnchiladasVerdes
Cuando volvimos del supermercado me puse a preparar el desayuno, no les voy a mentir, yo soy una verga cocinando, estudio química desde los siete años y pasé cinco años en la universidad en el laboratorio mezclando mamadas, ¿tú crees que revolver mugreros a escala macroscópica representa un reto para mí?, ¡pff!, además me vi todas las temporadas de Máster Chief, soy una verga andando.
Por esas razones, es que mi huevo con tortilla y cebolla quedó súper pasado de vergas, además compré frijoles, y lo acompañé con salsa y crema, otro nivel.
¿Qué hizo mi rucaleta?, pues atascarle medio litro de salsa barbecue, ¿por qué?, pues porque es una pinche psicópata, ella piensa que todo lo que se le cruza en la vida es un boneless o algo así, traga boneless toda la semana, ya tiene el trauma de echarle de esa salsa inclusive al cereal. Como sea, no me importa que haya arruinado mi platillo, ella es libre de meterse a la boca lo que quiera.
Como sea, el desayuno fue un éxito, tanto así que se quedó dormida por el mal del marrano ─hipersomnia postprandial, para los mamadores, como yo─.
Se viene la hora de comida, y pues le toca a ella hacer gala de sus dotes gastronómicos, que según ella son excelentes, pues «es de rancho, y la gente de rancho sabe cocinar» ─dice─.
Para ser honesto yo confío mucho en ella, y siempre le creo las madres que dice, por ende, lo que hice fue ponerme a pistear unas cervezas indio en lo que ella cocinaba, le ayudé lavando una que otra cosa para que no se le amontonara el desmadre ─cosa que ella no hizo cuando yo estaba preparando desayuno─, digo, sean testigos de que yo soy a toda madre.
Pero así como soy a toda madre, así soy de alcohólico, así que la dejé mucho rato sola en la cocina mientras yo me seguía metiendo latas y latas de mugrero. En una de esas fui a la cocina porque escuché la licuadora.
─Ohhh, ya debe estar moliendo las cosas para la salsa, nice ─pensé.
Tomé mi lata, fui a la cocina para ver cómo iba a la cosa, cuando en ese momento me topé la siguiente atrocidad:
Para empezar podemos ver un claro cagadero en la licuadora y un muy pobre intento con una toalla de mitigar dicho cagadero. Pero si ignoramos ese evidente detalle, notamos un líquido extraño dentro de la misma. Tiene una consistencia extraña (parece salsa para tacos), además es rojo. ¿Qué vergas eso eso? ─pensé.
Entonces, para no cagarla, en vez de pensar decidí preguntar:
─Oye amor, ¿qué vergas es eso?
─Es la salsa para las enchiladas.
Aquí mi cabeza hizo una especie de cortocircuito, porque habíamos sido claros en que las enchiladas iban a ser verdes, ¿por qué vergas estaba un líquido rojo en la licuadora?
Antes de hacer mis comentarios mamones y sarcásticos de toda la vida, decidí inhalar mucho aire, calmarme y usar los ejercicios de respiración que mi terapeuta me recomendó para las crisis de ansiedad, acto seguido, pregunté:
─Amor, ¿esa es la salsa PARA LAS ENCHILADAS VERDES?
Ella, fría y calculadora, orgullosa y arrogante, mamona y segura de sí misma, me miró a los ojos descaradamente, sin miedo a nada, y con todo el brío y orgullo del mundo me dijo fuerte y claro:
─Simón
Cuando el fuerte sonido de mi corazón rompiéndose dejó de retumbar en todo mi cuerpo, fue cuando caí en cuenta que necesitaba empezar a buscar algún oftalmólogo, mi niña estaba ciega, tenía problemas en sus ojitos y no se había dado cuenta, no sabe distinguir colores, O TAL VEZ ERA YO EL PENDEJO, QUE SIEMPRE HABÍA CONFUNDIDO EL ROJO/NARANJA CON EL VERDE, SIMÓN, ESE DEBE SER EL PROBLEMA.
─¿ESA ES LA SALSA PARA LAS ENCHILADAS VERDES? ─PREGUNTÉ, Y SIMÓN, YA HABÍA ACTIVADO LAS MAYÚSCULAS EN LA CONVERSACIÓN.
─Simón.
─SALSA NARANJA PARA ENCHILADAS VERDES?
─Simón, es que así las hacemos en mi casa.
Chingadaaaa madre, sentía que me estaban diciendo que yo era un pendejo.
─Simón Efraín, las enchiladas verdes son naranjas, tas’ to’ meco.
Sentía que el guionista de mi vida era Chespirito o un pendejo así, ¿nunca vieron el capítulo de las aguas frescas?
─Don Ramón, ¿quiere aguas frescas?, la que parece de limón es de jamaica pero sabe a tamarindo. La que parece de jamaica es de tamarindo pero sabe a limón y la que parece de tamarindo es de limón pero sabe a jamaica.
Chingadaaaa madre, neta que a uno no lo preparan en la universidad para lidiar con situaciones de dicha índole, más que nada porque es tu pareja y si se te va el hocico puedes llegar a lastimar a alguien, así que seguí respirando, fuerte, técnica 4/7/8, no me iba a dejar vencer por esa morra.
¿Saben?, por eso me gustan las matemáticas, porque 2 + 2 son 4, aquí y en China, no importa lo que opines de las matemáticas, eso no va a cambiar. ¿Pero saben qué sí cambia?, pues al parecer los colores, al parecer la definición de los platillos.
─Amor, estas enchiladas verdes son burritos de frijoles con queso.
─Es que así las hacemos en mi casa.
─Amor, este plato de cereal son boneless con salsa BBQ.
─Es que así hacemos el cereal en mi casa.
─Amor, este huevo con tortilla es literalmente tu zapato en mi plato.
─Es que así lo hacemos en mi casa.
Allá, en los oscuros y recónditos ranchos de Chihuahua, parece ser que el color verde se ha tomado unas vacaciones, parece ser que el color verde se ha ido del corazón de las pobres almas, allí en esos ranchos, el viento azota con fuerza las casas, y la bandera colgada en el asta, ondea con fuerza, podemos ver claramente un águila devorando a una serpiente roja sobre el nopal rojo, entonces un pobre individuo pregunta al señor del rancho:
─Ah chingao, ¿por qué tienes colgada la bandera de Perú, wey?, no mames, dos franjas rojas y una blanca.
A lo que contesta el señor del rancho desde su caballo:
─Es que una franja es verde, pero así las hacemos en el rancho: rojas.
Obvio seguí discutiendo con mi novia, por varios minutos, pero es mujer, nadie les gana, así que hice lo que todo hombre haría, tomé otra cerveza del refrigerador y me fui al patio a seguir ingiriendo mugrero.
Total, lo único verde que vería ese día era el verde brillante de mi lata de cerveza indio.
Dios, ya me cansé de ser tu mejor guerrero.
¿Ustedes qué team son?, ¿enchiladas verdes?, ¿rojas?, ¿naranjas?, ¿tu puta madre?