
Saben que yo soy un fiel seguidor de la selección natural, dejo que la misma me adoctrine y que riegue con su sabiduría los yermos campos donde solo pululan los pendejos de todo tipo. Desde minucias como gente matándose en la patineta intentando hacer un «ollie», hasta pendejos que mueren al hacer su performance del hombre en llamas en los ductos de gasolina.
Los caminos del señor son misteriosos, a veces Dios en el cielo mira al suelo y decide llevarse a esos lindos angelitos antes de tiempo. Así son las cosas, nada se puede hacer para enderezar los retorcidos y sociópatas renglones de Dios.
Justicia divina, dirán unos, probabilidad; dirán otros. Más allá de las muchas alternativas que hay en el abundante cajón de los eufemismos, a mí me gusta tomar el sartén por donde quema: Pendejos, así, sin más. No voy a adornar ni hacer apología a la ignorancia. Soy la santa inquisición del conocimiento, del sentido común, del pensamiento crítico. No hay nada más peligroso para la sociedad que un pendejo, jamás me cansaré de repetirlo. Que se mueran todos y cada uno de ellos, no me quita el sueño, al contrario, me hace dormir con más tranquilidad.
Al grano:
Desde niño siempre he sido muy señor, por las mañanas me gusta leer las noticias acompañadas de un café. Verificar si pasó algo interesante en el mundo, luego me pongo a profundizar sobre los temas que no conozca o simplemente paso a hacerme pendejo (algo que se me da muy bien).
Mientras leía las típicas columnas moralistas tachando a los mexicanos por burlarse de Yalitza Aparicio o artículos políticos con tintes claros de ultra derecha, hubo una página que cautivó mi atención, un titular que activó de inmediato mi alarma de escepticismo:
«”Semenly” Harmless Back Pain: An Unusual Presentation of a Subcutaneous Abscess»
Rápido indagué autores, fechas, lugares, todo lo que tuve a mi alcance, lamentablemente sí, la noticia era real.
In case you don’t know a shit of english:
Resulta que un hombre tenía dolor de espalda, al parecer dicho dolor fue ocasionado por estar parado largos períodos de tiempo. El señor, al igual que tú lo haces, decidió hacer gala de su increíble habilidad para googlear y sacar un título de medicina en 30 minutos.
Entre los muchos y milagrosos métodos que le proporcionó la plataforma, decidió escoger el más putamente ilógico, dejando de lado lindas opciones como:
«¿Ya intentaste golpearte la espalda?»
«No es tu espalda, es tu mentalidad de creer que estás enfermo»
«¿Qué tal quitarte la espalda?, hay muchos invertebrados vivos allá afuera, si lo piensas a fondo, los huesos están sobrevalorados».
La opción que eligió fue nada más y nada menos que inyectarse su propio semen, ¡toma esa!
Allá afuera en los oscuros recovecos de la homeopatía online, hay gente escribiendo artículos en los que afirman que inyectar tu semen vía intravenosa es una forma de quitarte esos incómodos dolores de espalda.
No tengo estudios para ser chamán o curandero, pero en mi puta vida me pasaría por la cabeza el adjetivo de «lógico» para una idea de ese tamaño.
El hombre, después de varias semanas de un riguroso tratamiento, se percató que no despareció el dolor de espalda, al contrario, empeoró, por si fuera poco, su brazo (donde se inyectaba) se hinchó y empezó a sentir dolor.
El remedio resultó ser peor que la enfermedad, pues ahora tenía que lidiar con un brazo derecho inútil, lo cual es obvio que iba a ser un obstáculo a la hora de masturbarse lujuriosamente en aras de ejercer la medicina moderna.
Gracias a Dios el hombre decidió renunciar a sus búsquedas en internet y fue al médico, algo sabio, porque luego se hubiese jodido el brazo izquierdo, ¿y quién sabe?, tal vez tendría que empezarse a masturbarse con la boca o frotarse contra las sabanas hasta eyacular. Allá afuera hay muchos pendejos, no los subestimes.
Los médicos anonadados buscaron en toda la literatura el tratamiento de semen para dolor de espalda, algo (a mi parecer) estúpido, porque las señales que da el paciente permiten vislumbrar a mil leguas la etiqueta de «ESTOY MUY PENDEJO» pegada en la frente.
Pues no, no encontraron nada. Solo un artículo donde se habían hecho estudios con ratones para ver el efecto del semen, pero ya, no con fines ilógicos de tratar el dolor de espalda.
Se realizaron algunas radiografías para confirmar la presencia de tejido inusualmente blando, algunos exámenes de laboratorio, y sí, los resultados arrojaron lo que se esperaba:
Un enorme absceso y el papel de ser un pendejazo de primera categoría.
Los médicos aplicaron antibióticos, un drenado y lo normal en esos casos. Supongo que lo estándar aprendido en sus clases de dermatología.
Sin duda alguna yo estaba cagado de risa mientras leía eso, me estaba ahogando con mi café. Por una parte me daba gracia la escena, pero también una tristeza profunda al concebir la idea de gente pendeja inyectando su semen para tratarse todo tipo de dolores, patriarcado opresor a tope.
Cuando creía que no se podía poner más graciosa la escena, los médicos que publicaron en el Irish Medical Journal (link aquí), concluyeron diciendo que en su investigación no solo encontraron el tratamiento fake del semen, sino que otros hacks de salud como:
Inyectarte mercurio, gasolina, ácido clorhídrico y líquido para encendedor.
Allí fue cuando no pude más y tuve que ir a escupir el café a mi tarja, la mejor forma de aderezar un día de mierda con más mierda.
Sin duda alguna todo esto será anécdota increíble para el afectado, es el tipo de cosas que dices cuando preparas la cena de navidad:
─¿Se acuerdan cuando Juanito estuvo en urgencias por meterse la verga en el brazo? ─dice la madre de Juan mientras inyecta el pavo con vino.
─¡Jajajaja!, tamaño pendejazo ─exclama la abuela mientras sigue untándose su pomada de peyote y LSD para las hernias.
Juan mira como inyectan el pavo, se sonroja, vienen a su mente esos recuerdos en el baño con el celular mostrando esos vídeos de «rubias muy guarras punto com», todo en aras de venirse y quitarse aquél horrible dolor de espalda por dormir chueco.
Juan solo piensa en cómo sería la vida si estuviera muerto, si Dios le diera el placer de estar muerto por sus ignominiosos actos al raciocinio humano. Se siente parte de aquella famosa novela, A Christmas Carol, culpando a todos por su muerte, pensando que todos serían miserables si él hubiese muerto cuando aquél lechoso esperma fecundara su cerebro con ideas no tan estúpidas.
Narrador: Corte, Efraín, una persona que lee a Charles Dickens sería incapaz de inyectarse semen, estás desvariando, no has dormido. Descansa, crack.
Efrain: Lo que el narrador no sabía es que Efraín ahora era el narrador que narraba la vida del narrador interno de Efraín y el solipsismo mental de romper la cuarta pared a la hora de escribir, pero sí, en efecto, aquella voz tenía la razón, ssporque si nuefra por el orrector orgtafico ni yo eporia enteder esta mierda, necesto dirmir, iihdsfafghfgihpaffghalgasflghaskglhlasfgh