Madre de un rebelde con causa

Mamá

El apellido de mi mamá es «Puentes», pero bien pudo haber sido «Hierro», porque bajo esa ley y esa actitud es con la que ha gobernado siempre, así es su voz, su autoridad, sus palabras y todo lo que gira entorno a ella.

Como muchos saben, mi madre es una ex enfermera militar, se fue a la escuela militar para no ser otra boca que alimentar en una casa con una economía que no podía soportarlos a todos, decidió irse para poder dar una oportunidad a sus hermanos.

Es esta educación con la que me educó, ella tuvo la mala suerte de nacer siendo dinamita y yo haber nacido con fósforos en la mano.

Levantando desde las 5:00 am aunque la entrada de la escuela fuera a las 7:00 am, si no te levantabas a la primera entonces iba y te echaba agua, me sentía como Gunter en hora de la aventura cuando le dan una «roseadita» por volverse reggaetonero. Levantado y asustado, lo primero era bolear los zapatos, luego pasarles algo de grasa para calzado para que quedaran todavía más relucientes, si había una mancha de tierra no te ibas hasta que quedaran perfectos.

Seguido de eso hora de tender las camas y dejarlas impecables, pobre de ti si no rebotaban las cosas en el colchón cuando hacía la inspección de rutina, siempre nos contaba que así se las medían a ellas.

Luego a bañarse, y lávese bien la cola y el pito, porque yo no voy a andar manteniendo mocosos pendejos de cinco años que no saben ni bañarse, y apúrese, que el agua no la regalan, no abra el agua caliente si es verano, el gas tampoco lo regalan.

Hora de desayunar, puntuales, un lonche de huevo con frijoles y un vaso de licuado, ahora síganme que es hora de enseñarles el camino de ida y vuelta, más vale que se lo aprendan, porque apenas lo hagan, ustedes van a devolverse solos (era otra época menos peligrosa para ser niño allá por los 90’s).

Saliendo de la escuela hora de hacer tarea, sin falta, ¿que no te memorizas las tablas?, ni pedo, me vas a llenar este cuaderno de todas las tablas, vas a ver cómo te las memorizas a huevo, y te las voy a preguntar.

9×7 = 56

Todo pendejo, volvemos a empezar, y si la vuelves a cagar entonces no te voy a dejar ver el Gokun en la tele.

Nada de lo que digo es queja, es precisamente esta educación de hierro ─que sé algunos han tenido peores, en mi caso no lo digo de manera pusilánime sino con orgullo─ lo que me ha convertido en la persona que soy yo.

Cuando hacíamos los honores veía a todos los niños desfallecer en el sol, por golpes de calor, desnutrición o mamada y media, todos flacos y sin actitud, todos consentidos, parecían moscas, bien podrían caerse todos y morir, incluso los profesores, yo sería el último de pie, sostenido por mi lonche de huevo, licuado y por toda la fuerza del brazo invisible de mi madre.

Allí estaban todos en el recreo jugando al mamaleche (?), con sus zapatos que parecían se los habían robado a un vagabundo, los míos limpios, evitando pisar tierra porque entonces la boleada iba a estar más culera al día siguiente.

Allí tienes a todos mis contemporáneos orgullosos de ser impuntuales, como si eso fuese una virtud, quienes me conocen saben que la puntualidad y la obsesión con el tiempo me definen, si es necesario todavía guardo un vaso de agua en mi cama por si requiero una auto «roseadita» para levantarme.

Muchos creerán que toda esa educación fue en vano, pero no, es precisamente ese exceso de autoridad lo que con la edad me fue haciendo rejego, de esos caballos cuyos coces tumban la puerta del establo.

Con el tiempo dejé de bolear mis zapatos para hacerla emputar, ahora ya no tiendo la cama y desayuno paketazo con caguamas, soy la viva imagen de cómo alguien desafía a la autoridad, me jefa me volvió algo de punk y eso lo agradezco.

Porque aunque muchos piensan que desafiar la autoridad de la madre es un sacrilegio, es la primera que debes desobedecer para tener los huevos de hacerlo allá afuera, porque todos dicen hacerlo, y apenas les dan una calentadita se echan para atrás, ante profesores ineptos, ante autoridades déspotas, incluso tienen miedo de decir que les dieron mal el cambio en la tienda, siguen desfalleciendo como moscas por no saber ni desayunar, bola de pendejos.

Aunque suene estricta, ella me lo dio todo. Me compró mi juego de química cuando vio que había nacido químico, desde los siete años no hay día que no siga leyendo de química, aunque sea un rato, pero lo sigo haciendo incluso si ya no me dedico a ella.

Cuando me enfermé del riñón allí estuvo, buscando dinero hasta debajo de las piedras para poder pagar mi cirugía. Recuerdo que antes de entrar al hospital me caí al piso, y el dolor era tan insoportable que tuvo que sentarme en un lavamanos lleno de agua con hielo, yo gritaba y lloraba, y aunque tuviese cinco años recuerdo haberle dicho hasta de lo que se iba a morir, porque era tanto el dolor que ya no había respeto hacia ella y hacia nadie, mi padre aún estaba con nosotros, y él también se llevó lo suyo, no me castigaron por decir todo lo que dije, creo que asustaron más que a los cinco años tuviese un vocabulario prohibido tan pletórico.

Me dio educación, para ella siempre fue lo más importante, y, aunque soy enemigo de las instituciones, no hay día que no me deje de educar, ninguna escuela me ha abierto puertas, al contrario, me las han cerrado. Pero la educación que yo mismo me di en función de lo que me enseñó mi madre me ha abierto puertas de todo tipo.

No siento envidia de nadie, si vieran cómo tengo el inbox lleno de «ingenieros» pidiéndome ayuda para su trabajo del día a día en todos los tópicos habidos y por haber, den gracias a mi madre que a veces se me tienta el corazón y les tiro la mano a aquellos que lo merecen.

Como dije, fue mi madre la que de forma indirecta me inculcó esta desobediencia civil, y lo bueno es que decidió tenerme en los 90’s, porque fueran los 1800’s andaría compartiendo celda con el Thoreau.

Hoy ya no sé ni para donde voy, pero estoy más que consciente de donde vengo, y allá donde yo esté, lo que diga, lo que haga, sé con seguridad que allí estará el brazo oculto de mi madre, dándome fuerzas, haciendo gala en aquello de que lo que se dice con la boca; con los huevos se sostiene.

Sea un policía, un profesor, una sociedad de alumnos, un sindicato de no sé qué vergas, si yo veo que algo anda mal, allí voy a estar chingado, a veces quedito, a veces recio.

Porque no importa a donde vayamos, como dijo Malcolm en el final: «[…] porque aunque nos vayamos a miles de kilómetros, nadie escapará, la familia va con nosotros, estará ahí siempre, en los hábitos, en los gestos, en las decisiones que tomemos. Jamás seremos libres, ni estaremos solos, como Paul McCartney dijo una vez…».

So, esa es la lección de hoy, aunque odien a sus jefas o las amen, aunque ellas ya no estén o sigan aquí, las mismas siempre estarán allí, en cada decisión, en cada aspecto de sus personalidades, incluso si la misma se vuelve un antónimo de lo que les enseñaron los orígenes allí están, permeando cada recoveco de su ser.

Y simón, todavía no sé cuánto es 9×7, pero ya tampoco veo el gokun, jaque mate jefa, ahora tengo calculadora en el celular.

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