El otro día hablaba con mi amorcito y ella me contó que una persona cercana ─omitiré detalles─ a ella que se dedicaba a la ganadería era un «tanto más violenta» que el promedio, no hablaba precisamente de violencia física, sino de actitud en general (Mi vida, 2022).
A lo que platicamos le comenté que estaba comprobado científicamente que las personas que se dedican a la ganadería, pastoreo y parecidas, tienden a ser más propensos a la violencia, me imagino que se estarán preguntando el porqué, así que se los explicaré de forma sencilla:
No es debido a la ignorancia, sino por algo denominado culturas de honor. Las culturas de honor ─cuando las relacionamos con estos aspectos derivados de la crianza de animales─ tienden a desarrollarse en lugares donde la tierra tiene una altitud considerable o donde la misma no es fértil. ¿Por qué?, al no haber producción agrícola tradicional, las personas se tienen que dedicar a otro tipo de producción ─como el que ya mencioné─, esto no es malo, lo que pasa es que al dedicarse a la producción de animales aquél que se dedica a esto es más propenso a que le roben alguna cabeza de ganado o que directamente la asesinen. Este tipo de miedo no es algo por lo que debe pasar un agricultor, piensen detenidamente, nadie se va a poner a cosechar las cientos de hectáreas de un agricultor por la noche, pero claro que sí es probable que a un ganadero le roben sus cabezas en una noche (Richard E., 1996).
Por esta razón, es que el ganadero/pastor tiene que ser más agresivo, tiene que demostrar ante la comunidad que nadie puede meterse con su propiedad y que de hacerlo habrá serias consecuencias para los responsables.
Como podrán imaginar, al ser algo arraigado a un aspecto tan fundamental del ser humano ─la supervivencia─, es lógico que dicha violencia tenga algún aspecto bioquímico que la gobierne, y así es, los estudios que se hicieron a estas personas fue el ponerlos en situación de estrés y luego medir los niveles de testosterona y cortisona en la saliva ─dos hormonas que regulan la agresividad y excitación, respectivamente─. ¿Qué fue lo que pasó?, pues que las personas que se dedicaban a estos rubros mostraban niveles mucho más elevados que aquellos que no estaban influenciados por las susodichas culturas de honor.
Esto de las culturas de honor es un aspecto importante, no sólo se viven en la relación que tiene un hombre con un sistema de producción, sino en muchas áreas de la vida, no sólo los hombres las poseen, sino incluso las mujeres.
Las culturas de honor son también aquellas que gobiernan los celos y las consecuencias de los mismos. Un estudio realizado a los estudiantes de filosofía y letras de la universidad de Málaga, demostró algo que ya se sabía: la mujer es más celosa en el aspecto emocional, y el hombre presenta mayores celos cuando lo que está en juego es la infidelidad física. El porqué de esto es precisamente a todos aquellos constructos sociales que giran entorno a la infidelidad y su contraste con el aspecto evolutivo. Si ustedes han leído autores como Yuval Noah y su serie de libros, sabrán que el ser humano antiguamente vivía en comunidad, al no haber una agricultura desarrollada y ante el presente concepto de escasez, para poder sobrevivir, las relaciones sexuales eran de todos contra todos y la protección de los hijos era en comunidad, y no tanto el esquema en el que se vive hoy en día de «marido y mujer» ─consultar la tercera referencia─.
Ese es el contraste entre aquello que como sociedad hemos construido y lo que de forma evolutiva existía antes, al ser algo que se construye, evidentemente es algo que debe ser protegido y por lo cual podríamos armar un debate ─que aseguro no llevará a nada─ sobre si el capitalismo como una consecuencia del exceso de producción ha creado culturas de honor entorno a nuestra sexualidad y nuestra forma de relacionarnos con la sociedad en general.
Las culturas de honor también son un de las cosas que más propician la violencia de género. El sexismo, machismo y todas esas cosas, casi siempre están arraigadas a formas de pensar en los hombres que los hacen cometer estupideces y atrocidades, muchas de estas gobernadas por aspectos bioquímicos que ni ellos mismos son conscientes de poseer.
No es una justificación, pero ya se podrán imaginar que la forma más inteligente de atacar estas cosas es cambiando un tejido social que está tan impregnado, que la odisea de hacerlo ha durado ─y seguirá durando─ muchos años. Desaparecer estas culturas no es imposible, pero es algo difícil y es algo que primero debemos entender antes de levantar la mano y señalar con el dedo lo superficial de una situación.
Cuando hablamos de culturas de honor, pueden ser las mencionadas, e incluso pueden irse a los deportes. No es inteligente culpar a México y al fútbol mexicano como el causante de todos los males en esta sociedad, este rubro tan sólo es uno de los muchos que se ven afectados por las culturas de honor.
Cualquier persona que haya leído algo de fútbol, sabe que esto no es algo endémico de México, el tema de los hooligans y la violencia en las tribunas es algo que ha pasado en todos los países del mundo y bajo todos los niveles económicos. No es algo debido a la ignorancia, sino más bien algo construido por la sociedad y que no es erradicado o prevenido debido a que no se miden las consecuencias del sentido de pertenencia (Spaaij, R., 2006).
Justo eso es lo que genera estas tribunas de aficionados dispuestos a matarse a vergazos, el querer pertenecer a algo y el querer defender aquello que ellos mismos han construído y que dejan que los defina.
El querer pertenecer a algo, o el sencillo hecho de que tu equipo de fútbol te defina, es algo que seguro tiene raíces aún más importantes y que yo difícilmente podría vislumbrar, pero seguro es algo relacionado a la salud mental del hombre y los mecanismos de salida que utiliza para liberar toda esa violencia, toda esa testosterona, todas esas cosas que se calla y no habla, toda esa falta de terapia endémica que está globalizada.
¿Es esto una forma de justificarlo?, claro que no, lo que sucedió el pasado sábado en México no es un acto justificable, mi intención con este texto, es hacer conciencia de que las cosas no son tan sencillas como apuntar con el dedo y culpar a un deporte. ¿Es el tenis malo?, ¿lo es el golf?, los deportes son actividades físicas, cosas buenas, lo que es malo es caer en estas culturas de honor y dejar que algo nos defina, porque si nuestra personalidad y nuestra estabilidad emocional depende de si nuestro equipo gana o de si el contrario nos respeta en las tribunas, es muy fácil perder esta base y comportarnos de forma irracional, es muy fácil que el machismo, los prejuicios sociales y otras cosas sean las que gobiernan nuestra cabeza, y por ende, nuestras acciones.
Lo que pasó en México es algo basado en estas culturas de honor, son mexicanos impotentes que buscan mecanismos de escape. Si a esto le sumas el tercer mundo en el que vivimos, la ignorancia y el hecho de que el fanatismo en México incluso pareciese tener una apología, algo inherente. Entonces es cuando esto se vuelve una combinación peligrosa ─como ya se demostró─.
Sólo es cuestión de indagar un poco y darnos cuenta que si las tribunas tienen incluso un nombre, es porque la cultura de honor está más que cimentada en los aficionados, los que se enfrentaron este sábado no eran fanáticos normales, sino personas que ya tenían antecedentes históricos.
Podríamos meter incluso el hecho de que la pandemia pudo haber afectado ─esto es hipótesis mía─, ¿cuánto estrés, ansiedad, depresión y demás cosas no se globalizaron los últimos dos años?, ¿cuántos fanáticos no pudieron asistir y desenvolverse de una forma sana en todo este tiempo?, ¿estamos viendo las consecuencias de dos años de salud mental no tratadas en combinación con estas culturas de honor?
No se trata de buscar sanciones ni prohibir el fútbol, el país ya está jodido como para todavía castigar otro sector importante de la economía, se trata de pararnos a pensar, respirar, y sólo analizando la situación con calma intentar preguntarnos qué es lo que está pasando y qué actitudes debemos evitar enseñar a nuestros hijos, a nuestra familia.
Nadie va a devolver la vida a las personas afectadas, nadie va a sanar los daños emocionales causados. Nadie va a cambiar nada dando su opinión sin argumentos y nadie va a lograr nada a menos que esto sea estudiado y meditado.
Nuestra educación nos puede dar una ventaja, no para hoy, sino para mañana.
Aprendamos a no dramatizar y no buscar culpables sólo porque sí, porque incluso los más fanáticos son víctimas de cosas que ni ellos mismos saben. Es nuestra ignorancia como sociedad y la poca concientización lo que permitirá que estas cosas sigan pasando.
Es todo lo que pienso hablar sobre el tema.
#PeaceOut
Culture of Honor: The Psycology of Violence in the South, por Richard E. Nisbett y Cohen Dov (Boulder, Colorado: Westview Press, Inc., 1996).
Spaaij, R. (2006). Understanding football hooliganism: A comparison of six Western European football clubs. Amsterdam University Press.
Jesús María Canto Ortiz, Pilar Moreno Jiménez, Fabiola Perles Novas y Jesús San Martín García The role of culture of honour, sexism and jealousy in response to partner infidelity Departamento de Psicología Social, Antropología Social, Trabajo Social y Servicios Sociales, Facultad de Psicología, Universidad de Málaga, España, 2012.
