Ida casual con el dentista.

Día #258 de la cuarentena, a pesar de haber terminado en el hospital por fuertes problemas de salud, hoy que al parecer desperté bien, me di cuenta que la gente me sigue pelando la verga. Este soy yo y mi outfit para programar, siempre fresco, siempre inteligente, siempre emputado porque nada de lo que programo compila.

La gente dice que estoy alcanzando nuevos niveles de irracionalidad, que parece que estoy alucinando, pero la gente es pendeja, sigo conectado con este mundo y mi sentido común sigue inexistente, porque en un mundo donde la medianía son una bola de pendejos, carecer de sentido común es una de las mayores virtudes.

Hoy fui a la visita mensual con mi dentista, pero cuando iba en el camino siete enanos me dijeron que los siguiera, que me iban a llevar a un lugar mágico, no confiaba, tenía miedo, pero cuando los vi de cerca pude notar que eran los siete enanos que protagonizaron una película porno que me encanta que se llama «Semesienta y los siete enanos», no puedes desconfiar de enanos con pitos tan grandes, así que los seguí.

Los enanos me llevaron a una tienda de abarrotes, lo cual me pareció algo extraño porque esos lugares no existen debido al monopolio de los OXXO’s. Entré a ese lugar con desconfianza sabiendo que me esperaba el fétido olor típico de las frutas y verduras en estado de descomposición.

Al fondo, justo donde está la típica carnicería, había unas maquinitas con la poderosa KOF 2002. Los enanos me dijeron que le jugara una reta al wey que estaba jugando en ella, cuando vi quien era me cagué encima, era nada más y nada menos que Daigo Umehara, sabía que estaba derrotado.

La maquinita era de 1 peso y yo sólo traía uno en mi bolsa, no había segundas oportunidades, el señor de los abarrotes dejó de picar carne y vino a ver la partida, los enanos se subieron unos arriba de otros y miraban expectantes, el de mero arriba iba narrando nuestros movimientos y pasaba la voz a los de abajo, como si estuvieran jugando al teléfono descompuesto.

Yo escogí ruleta y Daigo también, le salió 3 veces Rugal a lo que dije que eso era trampa porque es imposible que te salga Rugal tres veces en la ruleta de la 2002, a lo que él me respondió:

─ 愚かな太った男、遊び始めて泣き止む

─ Disculpe, no hablo Ruso, señor Daigo, disculpe usted ─le respondí.

Evidentemente estaba mintiendo, sabía que hablaba japonés y yo iba entrenado después de años de leer manga y aventarme Evangelion en japonés como 30 veces en mi vida, sabía que me había dicho que me admiraba y que diera lo mejor de mí

En cuestión de segundos acabó con mis dos primeros personajes, no podía con tanto poder, su primer Rugal apenas había recibido un 10% de daño.

─Tu Rugal apenas recibió un 10% de daño ─le dije.

─¿Cómo sabes que es un 10%? ─preguntó el señor de los abarrotes.

Oportunamente siempre cargo una regla de medir que me gusta ponerme entre las nalgas (no me gustan las cintas de albañil, lo siento pero así soy yo), así que la saqué y medí el faltante de su barra de vida y lo dividí entre la longitud total de la barra y eso lo multipliqué por 100, en efecto, le faltaba un 10%, le expliqué al señor y me miró ofendido, como toda esa raza de facebook que se enoja porque son pendejos y les explicas cosas que no pudieron entender después de cinco años en la universidad.

Empezó el tercer y posiblemente último juego, Daigo me miraba con confianza, sabía que él iba a ganar. Los enanos, que ya consideraba mi familia por los cinco minutos que llevaba de haberlos conocido, me empezaron a echar porras y me dijeron:

─Fernando, tienes que confiar en ti, si ganas este juego te vas a coger a la morrita esa que te gusta de facebook que es de FFyL y que es la única que no ha subido fotos en calzones en esta cuarentena, vas a tener que sacar los pasos prohibidos si quieres ganar esta partida.

Cuando supe que la morra de FFyL era lo que estaba en juego, tomé mi segundo aire, era hora de usar la técnica prohibida, así que me subí a la máquina y me puse la palanca en el culo, le piqué a todos los botones con los pies, combo tras combo, ovación tras ovación, el público reventó cuando saqué el infinito de Vanessa, me empezaba a doler el culo pero seguí.

Unos minutos después Daigo estaba derrotado, se arrodilló y me entregó un trofeo que siempre carga por si alguien le llega a ganar en las maquinitas casuales.

Tomé el trofeo y los enanos me guiaron a la parte trasera de los abarrotes mientras arrojaban flores en el camino, allí, junto a los costales de verduras y las cajas de galletas Marias, me esperaba la morrita de FFyL que me gustaba.

─Cógeme ─me dijo mientras se bajaba los calzones cacheteros de Hello Kitty e iba desplazando sus labios vaginales hacia los lados.

─No ─le dije.

Y me fui, era mi fantasía, la morra que más me gusta por fin me había pedido que me la cogiera y le pude decir que no, si hay algo que más me prende es poder mandar a otros seres humanos a la verga, no podía creerlo, mi mayor fantasía sexual se había convertido en realidad.

Me fui al baño de la carnicería y me masturbé viéndome en el espejo, mientras me decía a mí mismo:

─Eres el mejor Fernando, eres el mejor y todos te la pelan.

Todavía me dolía el culo, pero pude terminar, no salió mucho esperma, supongo que estaba cuajado por el frío.

Me lavé las manos y me puse gel antibectarial (la seguridad ante todo).

Me despedí de los enanos, del abarrotero y de Daigo, dejando escrito en mi mente otro de esos capítulos memorables en la historia donde todos me la pelan, otro capítulo más a esta autobiografía que me está quedando de puta madre.

Fui con el dentista, me apretó los brackets y heme aquí, terminándome mi té de toloache.

¿Qué tal su fin de semana?, pinches zafios comunes y corrientes.

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