Hablemos del ardor del amor. Supongamos que hay una chica que se llama… no sé, Diana, Laura, Romina, Johana, Lucia, Vanessa o como quieran llamarla, como mejor se proyecten, yo la llamaré Laura porque así se llama mi crush ❤ . Bueno, Laura decide comprar un perro en la tienda de mascotas al que llama Terry. Terry es un cachorro muy simpático al que seleccionó porque movía la colita muy rápido, tenía una pata más pequeña y eso le daba un toque simpático.
Laura va en su carro cuando de la nada Terry brinca por la ventana abierta del auto y es atropellado por un camión de cerveza Carta Blanca. Pobre Terry, quedó destripado en la carretera.
Laura ahora está en su casa, llorando mientras decide si debe enterrar los restos de Terry o aprovechar la carne molida para hacer hamburguesas, todo esto lo hace mientras se chinga una caguama Carta Blanca, mira su cerveza y la odia porque, tú sabes, ese maldito camión. Intenta buscar culpables en los lugares equivocados.
Laura llorará todo ese día, tal vez dos, tal vez tres como mucho. Laura superará rápido la muerte de Terry porque lo que pasa rápido poco tiempo tiene para dejar huella en nosotros. Ella sabe que puede ir a comprar a otro perro y procurar cerrar la ventana, muy lista Laura.
Ahora imaginemos una dimensión alterna en la que Laura en verdad cerró la ventana, retrocedamos el tiempo y permitamos a Laura tomar una mejor decisión. Ahora Terry corre por el patio y juega con Bola de Nieve, un gato amargado que no tolera a Terry. Pasan los años, Terry crece, toda la casa está llena de pelos hasta en el último rincón, las almohadas huelen a Terry, hay cuadros de Terry pegados en la pared, todo el instagram de Laura está lleno de fotos de Terry, hay una casa para perros en el patio y pelotas mordidas debajo de la cama. Siguen pasando los años y un día Terry ya no despierta más, viene un veterinario a salvarlo del dolor de esa horrible enfermedad que contrajo, lo duermen… en ese momento el corazón de Laura se destruye, llora, muere por dentro, hasta Bola de Nieve se siente vacío.
Aquí la recuperación ya no es de un día, ni de meses, Terry es algo que estuvo tantos años que las huellas de sus patitas jamás abandonarán el corazón de Laura, podrá haber más perros, pero jamás podrá olvidar a Terry.
Tal vez el tiempo sanará el corazón de Laura, tal vez vengan más perros, pero jamás podrás salvarte de los recuerdos, incluso con Alzheimer puede que en sus últimos días todavía murmure el nombre de Terry.
Es hora de analizar esta situación: ¿cuál fue la diferencia?, el tiempo, el conjunto de recuerdos, las experiencias, los momentos. Laura construyó de forma consciente una relación de amor con Terry. En el primer escenario Laura pudo superar con mayor facilidad a Terry porque no fue mucho tiempo, no construyó nada, incluso unos años más tarde contará en alguna fiesta la anécdota de ese perro que se comió en hamburguesas y reirá. Pero cuando Laura construyó algo, cuando Laura tomó la decisión de amar, allí la cosa cambió, ahora Laura no puede escapar de lo mucho que duele amar y haber perdido.
El amor es eso, el amor es una decisión, no existe el amor a primera vista, el amor se construye, el amor es una casa que vamos construyendo poco a poco hasta que tenemos un puto castillo que el día que se venga abajo seguro alguien terminará muerto.
Recuerden eso, el amor se construye, no llega como por arte de magia, eso es calentura, eso es algo fugaz que se puede morir si de igual forma no se nutre de toda esa vida que se nos escapa rápido segundo a segundo como agua entre los dedos.
Laura sanará, pero lo que no puede hacer Laura es decir que ya no volverá a comprar un perro, Laura no se puede cerrar y darle la espalda al amor solo porque un perro la abandonó, Laura no debe dejar de buscar solo porque cree que Terry era el único perro allá afuera, Laura deberá tomar una decisión importante: Sanar y seguir amando o pudrirse en su miedo a volver a sufrir.
El amor es solo para gente valiente, solo una persona valiente puede tomar la decisión de levantar ese castillo a sabiendas de los terremotos que se vienen, solo una persona valiente toma la decisión de tragarse los nudos en la garganta y aprender a respirar de nuevo, solo los valientes…
Los cobardes siempre hacen lo mismo, se encierran y dicen que jamás volverán a amar. Dicen que el amor no es para ellos, dicen que no pueden perdonar a esa persona, dicen que no pueden abandonar los malos recuerdos, dicen esto y aquello, pero lo dicen por la sencilla razón de que eso es fácil. Es fácil quedarte allí, estancando y lamentándote toda tu vida, es fácil no amar por el miedo a que te vuelvan a lastimar.
Hay dos tipos de Laura, dos versiones; por una parte una Laura tuvo el valor de amar de nuevo, siguió buscando perros, aprendió que también podía amar conejos, cuyos y hasta un canguro que consiguió con un traficante de animales exóticos.
Pasaron los años, cuando Laura era vieja le contó a sus hijos y amigos lo mucho que amó, su casa está llena de fotos de todos sus animales, sus hijos sostienen su mano y la enfermera se arrima a la cama a desconectar la máquina que la hace seguir con vida, ella sonríe y no se arrepiente de nada, da gracias, porque incluso con todo el dolor que sintió lo cierto es que cada recuerdo que hoy posee vale la pena, cada puta lagrima, cada coraje. Todo ha valido la pena, ha vivido para contar esas historias, hoy se las lleva todas.
Por otra parte, tenemos otra Laura, una Laura que está sola en una cama y que mira su pared vacía, esa pared que no tiene otra cosa que la foto de Terry. Nunca supo llenar sus paredes.
A esta Laura no la acompañan hijos, no la acompañan amigos, no hay nadie, la soledad fue el precio que tuvo que pagar para no volver a sentir ese dolor. No hay ninguna maquina que desconectar, Laura simplemente muere, con los años la casa se vuelve vieja, las fotos se pudren y ya no hay testigos del amor de Laura y Terry, la casa se cae y deja un sonido que nadie nunca escuchará.
Así es esto, amas y te duele, te meten la chinga de tu vida, aprendes a superarlo y aprendes el arte de amar de nuevo, ¿dolerá?, claro, como todo lo que vale la pena, lo único que debes entender es que no hay nada malo con ello.
Amas, te lastiman y vuelves a empezar, así fue hace mucho tiempo, así es hoy y así seguirá hasta que aprendamos el arte de ser eternos, de no cometer errores, es decir: aprender a dejar de ser humanos.