En la universidad tuve un profesor llamado Ricardo Talamás, el hombre ya es un señor de avanzada edad y, aunque cualquiera pensaría que esto es una desventaja, lo cierto es que poco le ha afectado la edad a su cerebro, hasta la fecha mantiene una lucidez como pocas personas a su edad.
La inteligencia de Talamás no tiene comparación, tal vez se cayó de la cuna cuando era pequeño y eso le otorgó poderes, tal vez es derivado del proyecto MK-Ultra o simplemente no pertenece a esta dimensión, ¡es increíble!
Talamás podía recrear procesos industriales enteros basado en su memoria y en la lógica que implican los mismos, podía escribir ecuaciones gigantes que solo demostraban que su memoria estaba fuera de este planeta (eran ecuaciones empíricas). Tenía buena ortografía y una muy buena caligrafía (aunque yo siempre odié que escribiera en cursiva en el pizarrón, pinche viejo loco, yo no sé ni leer eso).
Sus conocimientos en el área de ingeniería química no son los que tiene una persona normal, de hecho, aquí en Chihuahua cuando alguien no puede solucionar algo en la industria, lo más probable es que sea Talamás el que termine haciéndolo. No solo en ingeniería química, sino en ingeniería industrial, ingeniería en procesos y cualquier área donde se requiera una persona que sepa resolver problemas, él es el papá de los pollitos y a él toda la industria, las escuelas y los estudiantes le rinden cuentas.
Aunque Talamás es jodidamente inteligente, mi admiración no se deriva de todo lo que sabe o lo que puede hacer, sino de lo que transmitía en el salón de clases, la forma que tenía para convertir una conversación en un tema político o en una mordaz crítica al sistema de educación, él era enemigo de lo «políticamente correcto».
Esto era lo que yo más le admiraba, pasé años enteros en una escuela donde los profesores no resaltaban lo que estaba mal en el sistema pues se la pasaban idolatrando la fuente de la cual se alimentaban, Talamás no era así, él ya se debió haber jubilado hace años pero no lo ha hecho porque tiene una vocación por enseñar, tiene el deseo de seguir combatiendo un sistema que solo genera profesionales mediocres, digo, además es viejito, los viejitos chingan por vocación. Está tan viejo que a veces he llegado a pensar que se va a morir dentro de los muros de la escuela, no sé, lo van a encontrar muerto en un baño o se va a morir subiendo alguna escalera, tal vez haciendo algún coraje.
Eso también me generó muchos conflictos, todos idolatraban a Talamás porque alguien más les había contado, no lo hacían porque tuvieran el juicio suficiente para sacar esa conclusión por su propia cuenta, ¿la prueba?, bueno, en sus clases Talamás era ignorado por el 90% de la clase pues todos estaban en el celular haciendo otra cosa, todos estaban con caras de aburridos y nadie entendía un carajo de lo que hablaba, pues los estúpidos no sabían ni resolver una ecuación diferencial, lo que con problemas les haría entender fenómenos de transporte, lo que con aún más problemas les haría entender las operaciones unitarias. Todos esos errores se sumaban hasta que llegaban con él, todo para que al final se dieran cuenta que realmente no sabían nada. Supongo que por eso era mejor estar en el celular, hace tiempo que ellos mismos se habían dado cuenta que no tenían nada de ingenieros, incluso si el papel que recibieron al final de la carrera decía todo lo contrario.
Talamás es un señor que destila ternura, sientes como si estuvieses tomando clases con un abuelito que en algún momento sacará galletas y café para que comas mientras te cuenta la historia de como salvó la vida de su mejor amigo en la guerra de Vietnam y sobre la importancia de leer la Chemical Engineer Magazine.
Yo soy un caos, un mal estudiante que siempre ha generado problemas. Incluso teniendo a Talamás llegué a cometer errores, un ejemplo claro lo recuerdo en sexto semestre cuando me fui a tomar con unos amigos en vez de entrar a la clase de transferencia de masa (donde tenía examen). Yo estaba tan confiado de lo que sabía (lo sigo estando) que no me pareció importante hacer el examen cuando podía simplemente reprobar las tres unidades y pasar en el semestral.
A pesar de ser un estudiante déspota, Talamás nunca me odió y nunca tomó represalias de ningún tipo. Recuerdo que ese día tuve que volver la escuela (en un elevado estado de ebriedad) al mismo tiempo que evitaba pasar por el salón de Talamás. En un momento uno de mis mejores amigos me vio y decidió delatarme, diciéndole a Talamás de mi paradero, Talamás salió de inmediato del salón y me gritó:
─¿¡A dónde cree que va Efraín!?, estamos en examen.
Yo, en todo mi estado de ebriedad no pude inventar ninguna mentira inteligible, así que le dije que tenía que trabajar y mucha tarea (ninguna de las dos cosas eran ciertas).
Talamás solo se rió y dijo:
─Lo veo en el semestral.
Sí le presenté las tres unidades, y claro que las pasé, si yo no supiera sobre la materia o no tuviese las mínimas herramientas para defenderme no me daría el lujo de cometer esos actos, digo, mínimo iría para aprender por ósmosis en el salón, tal vez por alguna transferencia gaseosa de lo que exhuma Talamás.
Talamás decía que la universidad no debería enseñar sociedad y cultura, él tenía una firme idea de que los estudiantes llegaban ya muy grandes como para que la universidad les enseñara los valores que no aprendieron en la casa, yo estaba de acuerdo.
Talamás decía que la escena de la investigación en la escuela se dedicaba a puras pendejadas que no aportaban nada, no generaban dinero ni resolvían problemas de la sociedad, solo eran unos lastres más para la escuela. Yo estaba de acuerdo.
Talamás cada clase decía que era nuestra obligación ser mejores, que teníamos que estudiar y que ya estábamos grandes como para que él tuviera que estarnos recordando eso. Nos obligaba a entender que debíamos leer la Chemical Engineer Magazine, que debíamos entender, que debíamos investigar pero ante todo que debíamos pensar como ingenieros.
Ver a un hombre de su edad con tantas energías criticar a un sistema de educación donde la mayoría de profesores son una bola de cobardes me llenaba de inspiración.
Ver a un hombre de su edad siendo una antología con patas me llenaba de inspiración.
Talamás te inspiraba porque él era una gran persona de grandes ideas y de grandes cualidades morales, incluso si estas últimas eran criticadas por el propio sistema, los investigadores o por los alumnos que aún teniendo poco criterio se atrevían a juzgar.
Aunque hablé mucho de ingeniería química con él, solo mencionaré algo que alguna vez le dije en una clase y que hasta la fecha lo mantengo como una promesa:
─Yo no sé tanto como usted, pero le prometo que cuando yo tenga su edad, sabré más del doble, me la va a pelar. Voy a ser el más chingón.
Por suerte todavía no tengo su edad (posiblemente ni llegue a esa edad, a este paso las caguamas me van a matar), pero no hay día en el que no me suicide estudiando mínimo 12 horas al día, no hay día en el que no aprenda algo nuevo, ya no solo de ingeniería química, sino de todas las ramas de la ingeniería, me he vuelto un generalista y así seguiré. No hay día en el que al pensar en ingeniería química no se me venga el nombre de mi viejito, mi amado Talamás.
Allá donde quiera que esté, espero y se la esté pasando jodidamente genial en su día, porque si alguien se lo merece en este mundo, seguro que es usted. Que no daría para darle eternidad a su vida y su obra, pero como sé que no puedo, lo único que puedo prometerle es que me mantendré firme a mi palabra de seguir aprendiendo, hasta que un día, no sé, tal vez haga algo tan memorable que parte de su nombre quede grabado como uno de los pocos que me ayudó a llegar hasta ese punto.
Muchas gracias por todo.
P.S.
Chinguen a su madre todos los doctores y sus investigadores buscando antioxidantes en pelos de elote, chinguen a su madre las materias de relleno, la administración de la escuela, el sistema de educación, pero ante todo… chinguen a su madre los malos maestros.
