
Él la quería a ella, con locura, él mismo podría jurar que la amaba a pesar de nunca haber hablado con ella, tenía una obsesión, a veces incluso soñaba con ella. El problema es que ella era la obsesión de todos, era una morilla de fotos de más de 500 likes y muchos comentarios, todos la chuleaban y le decían que era hermosa en los comentarios de sus fotos. Todos le mandaban mensaje para decirle que querían conocerla «a fondo», todos intentaban engañarla haciéndose los profundos e intelectuales, uno que otro incluso le mandaba fotos de su verga o fotos de sus abdómenes marcados, como si fuera una competencia, una subasta por un poco de su atención. A ella le mandaban tantos mensajes que su celular temblaba más que el vibrador de una cuarentona soltera.
Ella era una morrita con más de 500 likes, él solo era un escritor. Él no sabía hacer otra cosa que escribir, en sus letras había poemas, cuentos y toda clase de textos. Era tanto su amor por ella que empezó a usarla de musa, a crear historias y poemas inspirados en ella, intentar hacer que las letras exhalaran su nombre.
A ella no le interesaba mucho lo que él escribiera, porque ella no usaba sus redes sociales para leer, las usaba para que la admiraran y para compartir vídeos de gatos. Él no tenía ninguna oportunidad con ella, él le ponía corazón a todas sus fotos, a todos sus comentarios, pensó que así era la única forma de hacerse notar, pero la verdad es que un corazón más entre otros 500 se disolvía con facilidad, y a la velocidad en que estos gestos se perdían, también crecía su desilusión.
Un día, cansado de tanto escribirle cosas que ella nunca leía, empezó a escribirle una última poesía, un escrito en el que decía lo mucho que le dolía, lo mucho que lo ignoraba y lo loco que estaba por ella. Pensando que esto le había servido de catarsis y que jamás volvería a saber de ella, tomó la decisión de bautizarlo con el nombre de ella. Eso hizo, lo publicó y para él fue la forma de despedir ese amor.
Ella, que nunca leía sus textos, se sintió atraída pues este tenía su nombre, así que decidió leerlos de pies a cabeza. Ella no sabía si era dedicado a ella o solo era una simple coincidencia, pero de allí en adelante se sintió la protagonista de los textos de él. Decidió leer tantos como pudo, y todos, de alguna forma, la hacían sentir especial, la hacían sentir que fueron escritos para ella. Con el tiempo y sin darse cuenta, cayó enamorada.
Cuando ella se animó a decirle al escritor lo mucho que le encantaba él y lo que escribía, él no lo podía creer, jamás creyó que todo eso que alguna vez le escribió en verdad haya sido leído, se sentía conmovido, fascinado, nuevamente atraído.
Pero a pesar de eso, él no se sentía con la seguridad de estar con ella, pues al final del día ella era una chica con más de 500 likes en sus fotos, todos la querían, todos la deseaban, incluso algunos le mandaban fotos de su verga.
Él, antes de tomar la decisión de arriesgar la vida en la ruleta rusa donde la única bala es el amor, le hizo una pregunta a ella: ¿Por qué yo y no todos los cientos que te escriben mensajes, te chulean e incluso algunos te mandan fotos de su verga?
A lo que ella contestó: Eres tú porque eres el único que ha escrito una poesía que lleva mi nombre.
Él entonces supo que ella siempre fue la indicada, y ellos vivieron felices, tal vez no para siempre, pero sí tanto como pudieron, tanto como letras él pudo escribir, tanto como ella pudo seguir leyéndolas…