Hoy es el día del hombre y yo solo me pregunto: ¿Qué significa ser hombre? Hoy nadie me felicitó ni me dijo nada por ser hombre, ni en mi casa, ni en la calle, ni en ningún lado. ¿Debería sentirme mal por eso? No, porque si me siento mal o hago manifiesto de ello, entonces no sería lo suficientemente hombre.
Ser hombre tiene muchas ventajas (las cosas como son), la sociedad patriarcal en la que vivimos nos ha dejado un legado y mucha evidencia de ello. Desde salarios más altos, mayores oportunidades, dirigir el mundo a nuestro muy sesgado criterio, mayor fuerza física, pero ante todo… el enorme placer y privilegio de poder orinar de pie, no olvidemos eso.
Es evidente que la sociedad falocéntrica ha gozado de todos estos beneficios por siglos, no quiero iniciar el típico debate sexista sobre las obvias diferencias de género (tanto biológicas como a nivel social), pero sí quiero mencionar que dichas ventajas traen consigo unas desventajas que nos someten como entidad y que son las que precisamente mandan todo al carajo.
La sociedad nos enseñó que ser hombres es no llorar por nada: No llorar si terminas y extrañas a tu novia la loca celosa ninfómana, no llorar si no soportas ver al perro Hachiko esperando a su dueño, no llorar si te gusta una buena canción o si te emocionan los pasajes de algún libro, a grosso modo; nos enseñaron que llorar era malo, fuera cual fuera el motivo.
La sociedad nos enseñó que debemos ser el sustento de la familia, casarnos con una mujer y que nunca, bajo ninguna circunstancia, podemos permitir que ella aporte al hogar. ¿Tu novia es la que tiene carro y tu andas en camión?, ¡blasfemia!, tus amigos ahora se burlan, eso te hace sentir mal, ¡pero ojo!, no se vale llorar por esto, ni a escondidas, mejor tragátelas antes de que la gente vea ese ignominioso líquido corriendo por tus mejillas. Es más, para olvidar esto invitemos a una amiga al cine y seamos nosotros los que pagamos todo.
La sociedad nos enseñó que solo hay un tipo de hombre: el que disfruta de las mujeres. Si te gusta la verga, meterte dildos, pepinos o cualquier otra cosa en el culo… entonces no eres hombre. No importa que el punto G del hombre esté en el ano, esto es obviamente una prueba de Dios, de la misma forma que Dios puso los fósiles para poner a prueba nuestra fe. No te atrevas a tocar tu ano por nada del mundo, no hagas de esta sociedad una Sodoma moderna o la ira del Dios volverá a caer sobre nosotros en forma de fuego y azufre, es más, ni siquiera te limpies el culo, no vaya a ser que le encuentres placer y termines volviéndote homosexual.
La sociedad nos enseñó que debemos tener «muchas viejas» y que el amor es algo para homosexuales. ¿Amas a Sofía con toda tu alma?, no importa, allá fuera hay otras tres igual o mejores, dale a todo lo que se mueve (excepto hombres), no te enamores porque entonces estarás faltando a nuestro código, ¡hurr durr!, ¡nuestro dogma!, ¡abajo el amor, viva la putería sin sentido alguno!
Las sociedad nos enseño… tantas cosas…
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Un día no hace mucho tiempo, nací en un lugar donde la ignorancia de la sociedad encapotaba todo lo que se podía ver, incluso un poco más allá. Desde niño me cuestioné qué era para mí el ser hombre y qué era para mí el «ser» como tal. Hoy esa ignorancia sigue cubriéndolo todo, pero por suerte ya no soy un niño y he podido alcanzar algunas verdades a cambio de tragarme muchas mentiras.
Vivimos en una sociedad que nos ató con cuerdas imaginarias y que nos sembró el miedo de no ser aceptados si rompíamos las mismas a base del raciocinio que se decanta en el fondo del alma, cuando la libertad por fin nos deja reposar de todos esos estúpidos estereotipos que tenemos que cumplir para poder definirnos como «hombres».
Ser hombre significa muchas cosas, la mayoría de ellas ni siquiera las he logrado vislumbrar, sin embargo; si pudiese rescatar algo, no dudaría en mencionar que parte de ser hombre es el ser libre y, que antes de «ser hombre», está el «ser».
Para poder «ser», tendrás que renunciar a todas esas mierdas que otros hombres te enseñaron creyendo en su ignorancia que te protegían o te ayudaban a alcanzar una meta a la que nunca te propusiste llegar.
Entre tanto «hombre» semejante, la única forma de «ser», es cuando eres tú mismo: Llora viendo la película de Hachiko, vístete de mujer si te hace feliz o juega a las barbies si eso lo hace también, métete todo lo que te puedas meter en el culo si eso te hace sentir bien, ama a una mujer si eso te colma por dentro, divide el gasto del cine si eso te llena o si a ella eso lo hace sentir bien, no pasa nada si lloras cuando te deja tu novia, no pasa nada si ves llorar a un amigo o si te gusta usar perfume de rosas, vestirte de rosa o usar aretes.
Lo único que está mal es seguir creyendo que debemos seguir siendo como nos enseñaron los antiguos. Pero dime tú: Si realmente tenían la razón… ¿por qué todo está tan mal allá afuera en el mundo que ellos construyeron?
No sé si algún día sabré lo que es ser un hombre, pero entre más reflexiono más llego a la conclusión de que tal vez serlo, es dejar de serlo… y claro: orinar de pie, no olvidemos nunca eso.
[…] ya mencioné en mi artículo del 19 de noviembre: «Día del Hombre, ¿Qué significa ser hombre?», estos actos no son otra cosa que el más claro ejemplo de machismo, y no solo eso: seguramente […]
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