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Aunque todavía tengo un examen final el viernes, ya son vacaciones y mi cerebro lo sabe. Son las vacaciones las que hacen que mi cabeza de nuevo empiece a funcionar y me puedo tomar el tiempo de aprender y de cavilar en cosas completamente absurdas e inútiles para la humanidad.
Hoy es un perfecto ejemplo, vengo llegando de la escuela, sediento debido a los 40 ° C a los que nos estamos horneando, y pues se me antojó un vaso de agua bien helada, tú sabes, llámame pendejo pero tengo esa pendeja manía de ser mamífero y de requerir agua para seguir vivo.
El problema que se me suscitó es que en mi mente evocaron esas palabras de un amigo: «No tomes agua helada, pueden explotar tus órganos», y aunque mi amigo no es médico, cabe señalar que yo tampoco. Eso sí, tengo los suficientes conocimientos en química y física para refutar esa pendejada, pero, ¿quién soy yo para desafiar las estrafalarias aseveraciones de mis amigos con mentalidades arcaicas y obsesas?, es como cuando ves su rostro de desilusión cuando les das una demostración matemática de que el amor no existe o que Dios se masturba viendo a los pobres morir de hambre.
Total, me asomé a la alacena de mi casa para prepararme un café y en eso vi a mi archienemigo: Una caja de té verde.
Es bien sabido entre nosotros los poderosos machos vikingos que sólo podemos tomar tres cosas: Agua, cerveza y sangre de tus enemigos.
El té verde es una bebida de mujeres y homosexuales, así de esas. No me importa si dices que sirve para desintoxicar, no me importa si dices que los radicales libres o incluso de sus efectos para quemar grasas, ¿a quién le importa esa mierda?, los vikingos no somos personas que estamos preocupados por saber los efectos del té verde, son plantas, las plantas no se toman, se le dan de comer a ganado que posteriormente devorarlas frente a sus crías.
Las únicas personas que se interesan por esas cosas son las mujeres y los homosexuales, es como la moda esa de comer chía, ¿has visto a tus amigos que le ponen chía al agua?, son los mismos cabrones que se meten vergas en la boca.
Yo he comprobado gracias a mis conocimientos en ciencia, que en efecto, tomar té es un factor que te vuelve gay.
Primero empiezas haciéndote té, luego te preguntas a qué sabrá con un poco de leche, a qué sabrá con un poco de jengibre y «¿A qué sabrá si le pongo un poco de semen?».
No me malinterpretes, yo sé que el té sabe bien, pero también puedes tener un orgasmo metiéndote los dedos en el culo y eso no significa que esté bien visto ante los ojos de Dios nuestro señor todo poderoso.
Hay un círculo en el inferno bien merecido y lleno de ininteligibles castigos para aquellos que obtienen deleites del té y de meterse los dedos en el culo. Ergo, más cuidado con lo que se meten en los esfínteres, que bien sabido es que el diablo siempre sabe vestirse de exóticos placeres.
Una vez que volví de EfrainLandia, me tomé la molestia de tomar la caja y ver que el tiempo que tenía que tener la bolsa de té en agua eran exactamente los 3 minutos que toma hacer una sopa instantánea o preparar unas palomitas de maíz en el microondas.
¿Hay algo así en el mundo como el club de los 3 minutos?, conozco amigos que se vienen en 3 minutos, los 3 minutos en un número universal, la santa trinidad, dos huevos y un pene, < 3, etc.
Más interesante aún me resultó cómo demostrar que la concentración de los compuestos del té en agua hirviendo bastarían para alcanzar la saturación de soluto en el agua, teniendo en cuenta todos los factores importantes: Solubilidad, mecánica de fluidos, transferencia de calor, transferencia de masa, equilibrio, etc.
Pero bueno, eso lo dejaré para otro día cuando mi cerebro siga divagando en vez de ponerse a estudiar para el examen final.
Ya se la saben amigos vikingos: No tome té.
#PeaceOut.