Seguro a más de uno de ustedes les ha pasado que se hacen amigos de algún chico, alguna chica, no sé, caen en sus encantos superficiales. Luego van conociendo a esa persona y va mostrando ciertas conductas que te desagradan, con el tiempo incluso esa persona hija de puta termina decepcionándote de formas tan jodidas que hasta un premio se merece. Si cometiste el error de enamorarte de ella pues peor aún, te van a terminar «rompiendo el corazón» ─lo que sea que eso signifique─, algo que les pasa muy seguido a ustedes los simples humanos: Comunes y corrientes.
Malditas personas, ¿cierto?, ¡pues cágate!: La culpa es tuya por ser un completo pendejo que cree en las personas y tiene altas expectativas en ellas.
No está mal tener ciertas expectativas en las personas, lo mal está en tener las expectativas equivocadas. Por eso cuando decidimos conocer y/o interaccionar con las personas debemos hacerlo sólo con aquellas que compartan gustos exquisitos y parecidos a los nuestros.
Yo con el tiempo he desechado personas y ni siquiera les he dirigido la palabra sólo por el hecho de saber qué tipo de música y/o películas ven, así de esas, he alcanzado la perfección de los Dioses de la interacción social siendo un simple mortal.
Incluso recuerdo la vez que tenía un mega crush con una vieja de la facultad, pero con saber que le gustaba Espinoza Paz pude romper ese lazo emocional justo a tiempo. Ya un año después me tocó conocerla y qué sorpresa la mía, terminó hasta siendo medio tartamuda, ¿coincidencia?, no lo creo, así de esos casos ya tengo cientos en mi historial, avalados ante el notario público.
Yo no sé porque la gente piensa que está mal juzgar a las personas por sus gustos, eso suena demasiado pendejo, de hecho es la forma en la que las debemos juzgar, lo hacemos sin siquiera notarlo, lo hacemos de forma natural.
Si a tu hermana le gusta la música banda no dices nada, total, es cuestión de gustos, ¿cierto?, pero eso sí, te indignas cuando lees en la noticias al tipo que atraparon porque le gusta violar bebés y cachorritos, puta doble moral la tuya, ¿no dijimos que era cuestión de gustos?
Todos tienen un tamiz de personas funcionando en segundo plano y que se rige bajo los mismos paradigmas sociales:
«¡Uy no!, a ese tipo le gusta violar mujeres, es una persona mala, yo no me junto con personas malas» es el equivalente de discriminar a alguien por arrastrarse en el piso cuando suena reggaetón.
La diferencia es que la primera tiene una concepción válida ante la sociedad por el mero hecho de fundamentarse en el constructo que alguien en algún momento bautizó como «moral».
Yo no sólo tengo problemas para tragarme ese constructo, ese seudo concepto que alguien se sacó del culo, sino que, incluso concibiendo el más pequeño atisbo de lo que sea que signifique, nunca bajo ninguna condición lo voy a aceptar.
Siéntanse libres de ser unos «humanos» del siglo XXI diciendo que no son nadie para juzgar lo que está bien o lo que está mal, siéntanse libres de pregonar que está mal excluir personas en su círculo por sus meros gustos musicales, de películas o de arte.
Yo lo hago y me siento libre, porque sé que en el momento en que yo mismo me arraigue a esas seudo reglas que supuestamente nos hacen «mejores personas», también me estaré arraigando a la puta hipocresía de juzgar a un asesino sólo porque la sociedad me dijo que está mal matar personas pero está bien dejar que los demás no amen a nuestro Pink Floyd.
Puta sociedad, eres tan… Nimia.
#PeaceOut.