Prólogo.
Bueno, heme aquí Iniciando con el reto de escritura creativa de la primera semana ─que por poco se me va el tiempo de las manos, ya sólo me quedaban pocos días y se supone que tienes toda la semana para escribirlo─. Pero bueno, eso del tiempo me la suda, lo haré en un día y sólo usaré unos minutos porque soy el puto amo.
Quiero recalcar antes que nada que eso de los «chistes» ya está demasiado pasado de moda, yo creo que no existen desde el momento en que la coca-cola inventó a los tiranos del stand up y los memes, esos entes vinieron a la tierra para cambiar de manera definitiva los estándares de comedia. He tardado más tiempo intentando recordar un chiste que en escribir este primer reto. Dado que hay tantos y ninguno es mi favorito ─porque estoy amargado ya nada me causa gracia─ he decidido tomar todos los de «Pepito» juntos, o más bien: La vida de Pepito en general, ¿Cómo es qué Pepito se metió a la industria de los chistes?, eso es lo que se pretende escribir aquí.
Como sea, sin más que agregar de momento aquí vamos.
Título: Pepito.
Pepito era un niño común y corriente, como tú cuando eras niño, como tus amigos, como tus primos, como tus hermanos, y claro, ¿por qué no?, también como yo.
Pepito por ser un niño normal hacía lo mismo que todos los otros niños hacían: Jugaba con sus amigos, iba a la escuela, vivía preocupado por la constante oscilación de los precios de la moneda nacional contra el dólar, venga, todo lo que caracteriza a los niños.
Lo que tal vez no sabías es que toda normalidad siempre va acompañada de grandes defectos. Para mala suerte de Pepito la suya era una constante depresión por vivir sumergido en serios cuestionamientos filosóficos y crisis existenciales: ¿Para qué ir a la escuela?, ¿Existe Dios?, ¿Quién creó el universo?, ¿Cuál es el objetivo?, ¿Por qué estoy vivo?, ¿Por qué no puedo lamer mi codo?
Esta extraña forma de pensar hacía que Pepito viviera más tiempo ensimismado en las grandes preguntas de la vida y menos tiempo viviéndola, esta costumbre le volvía la vida insulsa, lo sumergía en la crisis, en la desesperación, le quitaba la magia a su efímera niñez.
De hecho, lo que más le dolía a Pepito es el no poder reír de nada, pasaba tanto tiempo pensando que no podía reír como sus amigos, él sólo los observaba en el patio durante el recreo y siempre anhelaba ser como ellos, ser simple, ser feliz.
Pepito como todo niño que va a la escuela primaria y debido a sus problemas, había pensado de forma seria en quitarse la vida, terminar con la amargura, terminar con la duda, ¿si no entendía la vida por qué tenía que vivirla?, ¿si no podía reír por qué tenía que vivirla?, él no había pedido nacer, pobre Pepito.
En la noche después de haber pasado horas llorando por no entender la razón por la cual no podía lamerse el codo tomó la radical decisión de cortarse las venas.
Apresurado fue al baño y tomó la navaja de afeitar de su padre, la puso sobre sus venas y empezó a cortar, no recorrió ni el primer milímetro cuando el dolor hizo que se asustara y se echara para atrás, haciéndolo caer y dándose un fuerte golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente del todo.
Después de unas horas de lo sucedido despertó y se percató de lo cobarde que había sido, tanto era el dolor existencial que lo aquejaba pero ni eso había sido suficiente para tomar el valor de quitarse la vida, sólo se deprimió más y se echó a llorar. Pepito culpó a la vida, culpó a la humanidad, culpó a todos, pero en un aire de valor y determinación volvió a concluir lo mismo:
«Mañana al volver de la escuela y aprovechando que no hay nadie en casa, ahora sí me suicidaré, ya está decidido, no volveré a fallar».
Al día siguiente Pepito puso su plan en marcha: Despertó, se bañó, desayunó y fue a la escuela. Todo el día tuvo ese clásico nerviosismo que nos invade el día que decidimos quitarnos la vida, ¿sería capaz de hacerlo?, ¿realmente lo haría sin titubear?, ¿no se echaría al suelo a llorar y a usar como argumento lo mucho que se ama para no hacerlo?, ¿lograría ser el cobarde más valiente?
Mientras caminaba por la avenida principal de regreso a la casa y con su corazón latiendo a tope, vio algo que no había visto en otras ocasiones.
Era un nuevo negocio de una pitonisa cuyo cartel afuera decía: «Pitonisa lee el futuro, nunca me equivoco, precios accesibles, aceptamos tarjeta».
Pepito intrigado no dudó en entrar, pensó que tal vez la pitonisa tenía las respuestas a lo que él se preguntaba, si las contestaba todas no tendría que suicidarse, podría ser feliz.
Apenas entró vio en el fondo del negocio a la clásica pitonisa con bola de cristal y toda la cosa.
─Buenas tardes señora, ¿puede usted responder todas las preguntas que me aquejan? ─preguntó Pepito─.
─No, sólo puedo leer el futuro, allí dice afuera en el cartel, ¿No lo vio joven?, casi me pregunta si vendo frutas.
─Perdón, ¿puede decirme mi futuro?
─Es lo que te acabo de decir, ¿a qué estás jugando?
─O sea, se lo estoy pidiendo, por favor.
─Pues págame y ya veremos.
Después de que Pepito pagara, la pitonisa empezó a hacer unos extraños movimientos de manos y unos ruidos que te harían dudar de si realmente estaba leyendo el futuro o teniendo un orgasmo.
─Vaya, vaya, veo que vives muy preocupado por tus constantes dudas filosóficas. También veo que eso te ha llevado a tomar la decisión de suicidarte el día de hoy, ¿es esto correcto?
─Así es, ¿hay algo que yo pueda hacer para evitarlo?
─Pues no, yo no tengo las respuestas, nadie las tiene, hoy mismo te suicidas y hasta allí llegó tu futuro.
─Por favor, no me diga eso, estoy muy desesperado. ¿No hay nada que pueda hacer usted?, por favor, algo debe poder hacer.
─Pues… Llevo un mes viendo vídeos en youtube de un curso de cómo cumplir deseos, realmente no soy experta del todo, no te puedo garantizar resultados, pero claro, si estás tan desesperado no creo que sea un problema.
─¡No, claro que no es un problema!, por favor, intente cumplir mis deseos.
─Está bien, te cumpliré sólo un deseo, dime, ¿qué deseas?
─Deseo dejar de pensar en esas cosas, poder ser como mis amigos y reír de todo, quiero poder ser como los otros niños, por favor, por favor, por favor… Sólo deseo ser feliz.
─Está bien, deseo cumplido, mañana al despertar ya no serás el mismo Pepito de toda la vida.
Pepito con la nueva sensación de esperanza que la pitonisa le había dejado en su vida se fue un poco nervioso pero a la vez un poco animado por saber que no se tendría que suicidar, sólo tendría que esperar a despertar al día siguiente, y bueno, eso fue lo que hizo.
. . .
Al día siguiente al despertar Pepito estaba sonriendo como hace años no lo había hecho, se sentía fenomenal, se dijo a sí mismo:
─Vaya, esa pitonisa lo logró.
─ ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!
─¿Qué fue eso?
─¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!
─¿Quiénes se están riendo?
─¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!
Pepito estaba consternado, a cada cosa que decía se escuchaban las mismas risas, pero con todas esas dudas de lo que pasaba no podía dejar de sonreír, por primera vez en su vida se sentía feliz, ¿a quién le importaba? Ralmente sí tenía ciertas dudas que lo inquietaban: ¿Por qué la pitonisa sí pudo cumplir mi deseo?, ¿realmente es tan poderosa?, ¿era algún tipo de Dios?, ¿Por qué sólo deseé ser feliz y no responder las dudas?, ¿no había sido engañado?, ¿qué estaba pasando exactamente?
Pepito repitió la misma rutina de todos los días, pero claro, ahora con una sonrisa en la cara: Se levantó, se bañó, se cambió, desayunó y partió a la escuela, es cierto, tenía las mismas dudas existenciales, pero no le aquejaba el mismo dolor.
Durante su día en la escuela empezaron a pasar cosas demasiado raras, sobre todo con lo que decía a sus compañeros, a sus profesores, todo era muy peculiar, no era la personalidad de Pepito la que hablaba:
─Pepito, ¿puedes decirme los países de Europa?
─No me los sé maestra.
─A tu edad yo me sabía todos los países del mundo.
─Pues sí, en ese tiempo existían sólo dos o tres.
De la nada, Pepito escuchó esas estridentes risas: ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!
Lo que más le preocupaba a Pepito es que las risas no provenían ni de sus compañeros, ni de la maestra, ni de él, eran como una especie de producto de su imaginación, ¿qué estaba pasando?, el chiste ni siquiera era bueno, él ni siquiera había pensado eso, sólo lo soltó de una forma automática. Pepito estaba feliz, pero no por lo que había dicho, sino porque la pitonisa lo había vuelto eternamente feliz.
Eso no ocurrió en sólo una ocasión, al contrario, fue todo el día, todos los días siguientes:
─Pepito, ¿quién fue Juana De Arco?
─Una drogadicta maestra.
─¿De dónde sacaste eso?
─El libro dice que murió por heroína.
Siempre ante cada cosa que salía de su boca todo se convertía en un mal chiste y en el fondo estaban esas horribles risas, es como si Pepito viviera atrapado en una sitcom, pero, ¿qué podía hacer?, es lo que él había pedido, simplemente ser feliz.
Pasaron los meses y Pepito empezó a sentir una especie de angustia, era feliz, pero sentía esa extraña contradicción en su vida, no tenía la misma crisis existencial que tuvo antes, lo que Pepito no soportaba era el hecho de seguir viviendo en esa mala comedia que era su vida. ¿Cómo podía tener tantas dudas e igualmente ser feliz?, alguien que no puede responder todas esas dudas no debería ser feliz, era irónico, era estúpido, era contradictorio, todo era tan raro.
Pepito preocupado ─pero con una sonrisa en la cara─ tomó la decisión de ir con la pitonisa y pedirle otro deseo, no ser feliz, no vivir tranquilo, sino el deseo de que respondiera sus dudas, o bien: Que la pitonisa tuviera la capacidad de poder contestar todas sus dudas.
Y así fue, un día al salir de la escuela ─después de cientos de malos chistes y de dejar desquiciados a sus profesores─ fue corriendo al local de la pitonisa:
─Señora, por favor, necesito que me cumpla otro deseo.
─¡Jajajajajajajajajajaja! ─sonaba en el fondo tras cada cosa que decía Pepito─.
─¡Uy no joven!, lo siento, pero la cosa no funciona así, soy una pitonisa, no un genio en la lámpara, sólo puedo cumplir uno, si usted necesitaba más de uno búsquese a un genio.
─¿Y dónde puedo encontrar uno?
─No, pues la verdad no sé.
─Me siento muy feliz pero ahora siento que vivo de hipocresía, siento que esta felicidad es algo ficticio, algo que no merezco, algo irrealizable, algo no propio de la bajeza inherente a la condición humana.
─Sabias palabras para un niño de escuela primaria…. Mira Pepito, no te puedo cumplir otro deseo, pero puedo deshacer el que ya he vuelto realidad, eso sí, volverás a ser esa persona infeliz que sufre de siempre entrar en esos bucles de pensamientos destructivos, tu elevada percepción de la realidad siempre te conducirá a menospreciar la felicidad, y eso precisamente eso lo que te vuelve especial, si quieres que deshaga el deseo sólo dímelo, pero tendrás que luchar cada día contra tus pensamientos, tendrás que aprender a ser feliz de ser uno de los tantos miserables a los que todas las respuestas de la humanidad no les resultan suficientes, tendrás que aprender a surcar los mares de la duda, siempre con rumbo hacia ningún lugar.
Pepito se sumergió en sus pensamientos, y después de pensarlo detenidamente con toda la felicidad del mundo aceptó:
─Quítame toda esta felicidad.
Acto seguido la pitonisa tomó la bola de cristal y le dio un chingazo a Pepito en la cabeza, no fue cualquier chingazo, fue de aquellos que te dejan pendejo para toda la vida. Pepito quedó inconsciente.
. . .
Tras un largo lapso de tiempo Pepito despertó y estaba en esa habitación blanca que tanto odiaba pero que ya había aprendido a amar, miró las paredes, el techo, miró a todos lados y sólo sintió angustia, sintió de nuevo que no tenía ningún significado trascendente el estar vivo. Empezó a decir algo en voz baja, algo que no podíamos escuchar del todo bien el doctor y yo.
─Disculpe doctor, ¿Qué enfermedad tiene José?─pregunté─.
─No sabemos a ciencia cierta, sus padres lo llevaron al hospital hace 40 años, al parecer se había resbalado en el baño y se golpeó muy fuerte en la cabeza tras un fallido intento de suicidio provocado por sus fuertes episodios de irrealización y depresión. Desde entonces hace lo mismo, se despierta cada día y mira a todos lados, vuelve a percatarse del vano significado de su existencia y comienza a llorar. Eso lo ha conducido a inventar un álter ego llamado «Pepito», un personaje cuya vida es simple, un bufón de la sociedad, se ve en el papel de ese niño cada día y de allí ya no puede salir, sólo es eso, el que siempre cuenta chistes, porque en el momento en que deja de hacerlo no puede evitar llorar y anhelar quitarse la vida.
Cuando el psiquiatra me dijo eso sentí una enorme lástima por él, le di sus medicamentos diarios y salimos de su habitación. Antes de cerrar la puerta lo volví a mirar, y pude escucharlo en voz baja contando sus chistes, era cierto, él reía, pero en mi piel podía sentir que sólo era una forma de disfrazar esa angustia, esa crisis. Cerré la puerta y me fui alejando de la habitación por el pabellón principal de la unidad psiquiátrica. Entre más me alejaba más se iba desvaneciendo la voz de José, se desvanecía como se desvanece el brillo de los ojos de aquellos que nacieron para preguntarse las cosas de las que nunca tendremos respuesta…
FIN.
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