Hoy me tropecé como hace años no lo hacía. Miré con miedo y respeto una escalera que yo creí poder escalar… No lo logré.
Tal vez por vergüenza, tal vez por respeto, tal vez por cosas que con mis palabras hoy no te puedo decir… Hoy no te diré cuántos peldaños de la misma subí. Sólo te puedo decir que intenté subir todos los que me fueron posibles, puse todo de mi parte para lograrlo, de eso no me cabe duda, ni hoy ni mañana, a pesar de ello… Tropecé. Tropecé tan fuerte como aquella persona que sube por primera vez una escalera. Hoy en el piso a diferencia de otros años no me siento menos por haber caído.
Cuando caí y miré mis rodillas me percaté que ambas sangraban y ambas dolían con un dolor que hace tiempo no sentía, ¿cuántas veces no hemos caído sobre nuestras rodillas?, si lo piensas a fondo pareciese que la única función de las rodillas es dar soporte a nuestras caídas.
Y al igual que siempre en esta sociedad: ¿Eres hombre?, trágate el dolor, no llores, respira fuerte y aguanta, porque un dolor en las rodillas no es el fin del mundo, ¿sabes quién debe ser fuerte?, tú, porque tú eres el hombre de la casa donde viven tres mujeres, si alguien debe ser fuerte ese eres tú y sólo tú, no ellas, no nadie, sólo tú.
Pero, ¿cómo ignoras el dolor?, ¿cómo ignoras la sangre que emana de tus rodillas?, ¿serías capaz de llorar frente a las personas a quien tú demuestras el significado de «fortaleza»?, eso es hipocresía. Sólo demuestras que tus rodillas no son tan fuertes como tú lo pregonas, como todos lo piensan.
Porque muchos te ven las rodillas, deformes, llenas de raspones y magulladuras, pero, ¿quién se pregunta de dónde vienen las cicatrices?, ¿quién te pregunta qué tanto tardaste en sanar?, ¿quién te pregunta cuánto tiempo te costó volver a levantarte?, ¿quién te pregunta cómo aprendiste a tragarte el dolor?, ¿quién?
Querido diario, me gustaría decir que hoy aprendí la lección y que nunca volverá a pasar, pero eso no va a ser así. He aprendido a escuchar a las personas, lo hice antes de pronunciar mi primera palabra, he escuchado muchas cosas, todo tipo de consejos. Uno de los tantos atesorados en estos años es el siguiente:
«Efraín, sé que estás triste, pero, disfruta de tu tristeza, gózala. Porque créeme, lo que tú piensas que te va a durar mucho sólo durará unos días, unas semanas, tal vez meses, eventualmente desaparecerá. ¿Sabes qué pasará luego?, volverás a ser el mismo ser miserable que siempre eres, volverás a no sentir nada, y entonces, allí es cuando te vas a dar cuenta que vas a preferir estar triste a el hecho de no sentir nada como todo el tiempo, vas a extrañar estar triste».
Y sí, ¿quiénes son más inteligentes que mis amigos?, nadie. Si tuviera que auto definirme sería: «Soy todo lo bueno que he aprendido de personas más grandes que yo: Mis amigos».
Porque, mañana van a seguir mis días, como ayer, como antier y como los miles de días antes de esos. Todos mirarán mis rodillas y nadie podrá creer que algo sea capaz de rasparlas, pero, sólo tus amigos son aquellas personas que saben cuánto has sangrado, cuánto te dolió y cuánto tardaste en sanar.
Porque donde todos los demás ven cicatrices y unas rodillas fuertes, sólo los amigos han sido testigos del rastro de sangre que has dejado para conseguirlas.
Vuelvo a lo mismo querido diario:
¿Crees que me arrepiento de haber intentado subir a la escalera?
No.
De hecho, podría dañármelas el doble si me dijeras que con ello sólo lograría subir un peldaño, porque sé que independientemente de la altura que logre escalar… En la caída siempre estarán mis amigos para ayudarme a subir de nuevo.
Dedicado a mis amigos: Alan Abrego, Jesús Estrada y Oscar Palma… Que nuestras rodillas cada días sean más fuertes.