Uno de mis más grandes miedos.

Soy de esas personas que pecan de hablar en demasía, y no sólo eso, soy de los que siempre tienen algo que decir, siempre. Nunca me quedo callado, muchos introvertidos desearían tener ese maravilloso «regalo» de hablar y escribir mierda, por otra parte, los extrovertidos hubiésemos optado en más de una ocasión por haber callado, sin pensarlo dos veces, y es que, hablar de más siempre trae consecuencias, siempre, a veces nimias, a veces más grandes que tu propia persona. Las palabras tienen fuerza, por ende, tienen consecuencia. No lo digo yo, lo dice la tercera ley de Newton.

La madurez es aquella desgracia que por alguna extraña razón la sociedad elogia ─a mi parecer─ de sobremanera. No importa que tantas personas maduras conozcas, he pensado firmemente a través de los años que la única madurez que realmente importa es la que aparece como una categoría en las páginas de pornografía.

Ver pornografía de maduras debería recibir un premio, debería ser algo digno de aparecer en un curriculum vitae como insignia de la mayor muestra de valor, y es que, soy de esas personas que con toda la seguridad del mundo entra a una página porno con el pene en la mano, pero a su vez, tengo ese profundo miedo interno de toparme con un vídeo de mi madre, mi tía, mi abuela, no sé, de cualquier señora a la que le guarde el mínimo cariño que esta (ya casi vacía) persona puede dar.

Alguna señora conocida en una página de pornografía es una de mis mayores pesadillas, si eres de esas personas que alguna vez ha visto pornografía de ese tipo y no ha tenido ese miedo…. Pues bienvenido a mi mundo donde rebosa la miseria, ambos sabemos que no vas a dejar de ver pornografía, así que antes de seleccionar en la pestaña «maduras», mejor piénsatelo dos veces.

Volviendo al tema de la madurez:

No sé qué es ser maduro, posiblemente nunca lo sabré, pero partiendo de las tantas definiciones fallidas que tiene la RAE y las malas definiciones que te dirán personas que juran saberlo pero que tampoco saben una mierda, hay una en particular que odio. Me refiero a la ligada a la responsabilidad, en este caso, a la responsabilidad de las palabras, claro está.

No me gusta imaginar un mundo donde las personas pueden ser conscientes de todas las consecuencias que tienen sus palabras, ¿te imaginas? Creo que el hecho de no saber qué va a pasar con lo que dices es una de las mayores emociones que puedes experimentar. Si tuviéramos conciencia de todas las posibles consecuencias no habría ninguna emoción en decir todo aquello que normalmente sale de nuestras bocas o nuestros textos.

─Amor, ese vestido te hace ver gorda.
─Gorda la vas a tener todos los días de lo mucho que vas a pasar sin coger, pendejo.

¿Ves lo fácil que es meterte en una situación emocionante por no pensar las consecuencias de lo que dices?, ahora debes imaginar una solución para esa situación, ahora debes aprender a cambiar la postura de tu novia, debes usar el ingenio, tu capacidad para resolver problemas. Debes crecer en cada aspecto sólo por lo que muchos osarían llamar «un error muy obvio».

Llegar a esa supuesta madurez en la que tienes un grado más elevado de conciencia debe ser una vida muy insulsa, y para ser sincero, no creo que haya mayor miseria que la de vivir en un mundo donde ─aparte de que te puedes topar a tu madre en una página porno─ las palabras sean vacías. Un mundo donde sabes de forma exacta el impacto que tendrán tus palabras sé con total certeza que es uno muy vacío.

Y es que, cuando escribimos lo hacemos con emoción, porque sé que a veces haces llorar, a veces haces que la gente explote de ira, que la gente se alegre, etcétera. Pero, ¿qué pasará el día en que sepas que emoción es la que será devuelta?, será el mismo día que dejes de hacerlo, el día que dejes de escribir, el día que dejes de hablar, el mismo día en el que serás un pendejo más, uno de esos tantos «maduros» que la sociedad necesita para poder seguir siendo la misma mierda de sociedad que siempre ha sido.

Ese es uno de mis más grandes miedos, el día en que yo sea tan maduro y consciente como para saber las consecuencias de mis palabras. La consecuencia será que cada palabra para mí será vacía, muy vacía, ¿para qué decir algo que ya sabrás lo que provocará en los demás?

Uno de los más grandes miedos es que llegue el día en que tus palabras sean tan vacías como la hoja en la que escribes.

#PeaceOut

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