¿Cuántas bocas hay que alimentar para compensar el hecho de haber asesinado a alguien?, creo que la moral humana nunca podrá responder ese tipo de preguntas, y no es la intención de esta historia responderla, pero en base a ella es que ha nacido la idea de escribir esta historia de cinco capítulos. Si bien no la responderemos, al menos veremos el cómo es que todo está relacionado y tendremos una perspectiva, si bien no más objetiva, al menos un poco más amplia en lo que a la ciencia y la historia de la humanidad concierne.
Si has leído los 3 capítulos anteriores, felicidades, toda una proeza el hecho de leer tantas palabras en esta época en la que sólo importan los memes y las selfies de Facebook, debo advertirte que vas a requerir paciencia y un esfuerzo extra para poder leer este desenlace, ya que como todo buen final debe ser largo y debe dar una explicación a la importancia de toda la sarta de actos salvajes que la humanidad cometió por una sal y mierda de pájaro, por ende, agárrate fuerte de tu asiento, porque es hora de que se quede en tu memoria esta historia que tus malos profesores nunca te contaron. Así que, sin más, vamos al penúltimo capítulo:
Si no te quedaste dormido en la tercera parte de esta historia recordarás que Chile había salido victorioso en la guerra del pacífico y había creado un monopolio del salitre, pero, ¿Cómo es posible que Chile haya ganado una guerra contra dos naciones?, cómo ya lo habíamos mencionado, Chile, Perú y Bolivia venían saliendo de sus respectivas independencias, las tres naciones estaban completamente jodidas, ¿cómo fue esto posible?
Si has prestado atención también recordarás que Inglaterra había ayudado en lo que a la fuerza naval del buen Chile se refiere, pero allí no se quedaron las cosas. Inglaterra también había financiado todo lo que Chile necesitaba, desde munición hasta ropa, y sonará algo macabro, pero Inglaterra también le vendía armamento a Bolivia y Perú, venga, Inglaterra estaba financiando una masacre en Sudamérica con el obvio interés de quedarse con todo el salitre que había en dicha zona.
Pero, ¿Por qué Inglaterra necesitaba que Chile ganara?, bueno, Perú y Bolivia habían nacionalizado los recursos salitreros, dicho en cristiano: Querían que dicha riqueza sólo perteneciera a las naciones sudamericanas y que ellos fueran los encargados de venderlo a cualquier interesado. Esto hizo mella en los planes de Inglaterra, así que decidió que Chile ganara la guerra. Esto último debido a que Chile no tenía ningún inconveniente en ser la sexoservidora de Inglaterra, y eso mi estimado lector, le generó un avaricioso y delicioso orgasmo a Inglaterra.
Cuando Chile gana la guerra quedó con las piernas abiertas hacía Inglaterra, él ya no podía decir nada al respecto, sólo podía acceder a todas las peticiones de su proxeneta. ¿Crees que es exagerado?, sólo para que te des una idea:
En Chile las riquezas obtenidas no se distribuyeron equitativamente (nada nuevo, malditos políticos de mierda), el pueblo chileno no estaba precisamente ganando mucho, y en base a la voz pública y con la nueva presidencia de un tipo llamado Manuel Balmaceda, se intentó nacionalizar de nuevo el salitre. Esto molestó a Inglaterra, para solucionarlo promovió y financió una guerra civil en Chile, esto le dio una mala imagen a Manuelito que estaba intentando nacionalizar esa riqueza, en fin, por miedo al caos que estaba viviendo su país se terminó suicidando como un acto de desesperación debido a la imagen pésima que su gobierno estaba teniendo. Así de mucho Inglaterra necesitaba el salitre, y claro, después de todos sus crímenes manipuladores lo consiguió.
Inglaterra (si no has perdido la noción del tiempo) estaba en la época victoriana, una época muy bonita para ellos, eran dueños de todo el salitre y recién habían ganado dos guerras seguidas contra los chinos llamadas de cariño «las guerras del opio». No es menester de este texto platicarte en que consistían (ya será en otra ocasión, lo prometo), pero el nombre te lo dice todo: Se estaban peleando por drogas. Claro, Inglaterra ganó, así que no sólo era dueña del salitre, sino también de las drogas, venga, Inglaterra se estaba convirtiendo en una especie de Pablo Escobar, claro, uno muy adelantado a su época.
El problema es que Europa no estaba precisamente en una situación política armoniosa, si has prestado atención a los años notarás que la primera guerra mundial estaba a punto de estallar, y no sólo eso, la guerra mundial iba a usar el salitre a todo lo que da, ¿por qué?, bueno, primero que nada por estos años se inventó la nitroglicerina, luego Alfred Nobel inventó la dinamita y unos años más tarde se inventó el trinitrotolueno (TNT, esa cosa con la que el coyote siempre intentaba matar al correcaminos). Por ende, la guerra la iba a ganar aquella persona que más explosivos pudiera fabricar, y claro, munición. No olvides que la pólvora se hacía en base al nitrato, azufre y cabrón, y el nitrato, bueno, creo que ya sabes a que quiero llegar.
Empieza una carrera en las naciones europeas para ver quién sería la más apta para esta guerra, pero con lo que no contaban todos los futuros participantes de la primera guerra mundial, era que en 1868 en un pueblo de Alemania nacería nuestro «héroe». Mi estimado lector, prepárate, porque lo que estoy a punto de escribir parecerá una historia sacada de alguna película, pero créeme, esto fue algo que en verdad pasó, así que te repito, no te separes de tu televisor y agárrate de tu asiento, porque estoy a punto de dejártela ir toda.
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Allí estaba Sigfried tomando con fuerza la mano de su esposa Paula mientras daba a luz, ambos esperaban desde hace ya tiempo el nacimiento de su primogénito, y entre dolor y gritos se escucharon dos fuertes llantos aquél frío 9 de diciembre de 1868 en la vieja ciudad de Silesia, Alemania. Uno llanto era el del padre Sigfried al darse cuenta que su amada Paula había muerto a causa del parto, el otro era del niño que veía la luz de este mundo por primera vez. Tal vez sea porque dicha pareja era judía, tal vez sólo es una burla satírica de esto a lo que llamamos vida, pero el nombre que le puso Sigfried a su hijo significa «Poder de la paz». Aquél 9 de diciembre el mundo recibía de una forma funesta a Fritz Jakob Haber, aquél recién nacido aún no sabía todo lo que este mundo tenía preparado para él, pero créeme mi amado lector, era mucho lo que le deparaba a este pequeño.
Sigfried era un hombre de mucho dinero (como casi todos los judíos de aquella época), se dedicaba a vender colorantes y medicinas, no sé si lo sabías, pero los colorantes (como el azul índigo) en aquellos años eran muy caros, de hecho, fue por esa misma época cuando se logró la síntesis química de colorantes que eran muy cotizados, he de allí que Sigfried tuviera bastante dinero.
Sigfried no tuvo problema en darle educación al pequeño Fritz Haber (de ahora en adelante sólo le diré Haber), así como tampoco tuvo problema en darle ninguna comodidad, lo que no pudo darle fue una infancia menos miserable, ya que Sigfried era uno de esos padres que preferían la disciplina antes que la felicidad.
Cuando Haber tenía 9 años de edad su padre decidió volver a casarse con una mujer llamada Hedwig Hamburger, con dicha madrastra el buen padre tuvo 3 hijas más, dejando a nuestro protagonista como hermano mayor de las 3 damas.
Años más tarde Haber se metió a la escuela, era un estudiante promedio, ni muy bueno ni muy malo, venga, no sobresalía. Lo que sí tenía Haber eran intereses algo particulares para su edad, le encantaba leer, entre sus autores favoritos estaban Goethe, y claro, le gustaba escribir, de hecho, uno de sus gustos poco usuales era que le encantaba la poesía, venga, un estuche de monerías el buen Haber.
Haber tenía un tío llamado Hermann, el tío era editor en un diario y le permitía al buen Haber publicar artículos en dicho diario, de hecho, el tío también le prestaba su casa para que Haber hiciera locos experimentos de química, si estás prestando atención habrás notado que el padre de Haber algo sabía de química, por ende, Haber tuvo mucha influencia de esta arte oscura a través de su padre.
Llegó la época para que Haber entrara a la universidad, el padre quería que Haber se dedicara a seguir vendiendo medicina y colorantes en el negocio de la familia, tú sabes, querían convertir a Haber en un vil administrador de empresas. Por suerte el tío lo animó para que mandara a la mierda a su padre y siguiera sus sueños de ser químico. Por ende, a los 18 años Haber ingresó a la universidad de Berlín para estudiar química y física, donde créeme, en dicha universidad había profesores de la talla de Helmholtz dando cátedras (Helmholtz es otro de esos grandes científicos del cual tus profesores no te han hablado una mierda, pero no te preocupes, algún día me tomaré el tiempo para contarte su historia).
Haber tuvo increíbles profesores durante su formación, sólo para que te des una idea, recibió clases del mismísimo Robert Bunsen (¿recuerdas algún mechero con su nombre?). Haber tuvo intereses en cosas ajenas a su carrera, le encantaba la filosofía, por ende, también se dedicó a estudiarla. Luego se fue a la ciudad de Breslau para hacer su servicio militar, allí conoció a una chica de la cuál se enamoró, pero claro, no pudo tener nada con ella porque sólo era un maldito estudiante que se estaba muriendo de hambre (como todos los que estudian). Para 1891 nuestro protagonista terminó sus estudios y abandonó su alma máter con una distinción de alumno destacable.
Una vez graduado Haber volvió a su ciudad para trabajar con su padre, mientras lo hacía se dio cuenta que era muy bueno con aquello de la química, pero claro, era pésimo aplicándola, he de allí que en la actualidad haya una diferencia entre química e ingeniería química y que los planes de estudio sean diferentes.
Haber se aburrió de no servir para nada, también se vio abrumado por la monotonía de su trabajo, así que decidió viajar a la ciudad de Jena para dedicarse a la investigación. Aquí pasó algo raro, en dicha ciudad decidió dejar de lado sus raíces judías y se convirtió en cristiano a la edad de 24 años, su padre (por obvias razones) se molestó por la decisión de su hijo.
No es que Haber haya dejado de ser judío por cuestiones de fe, al contrario, Haber decidió convertirse en cristiano porque en Alemania había discriminación ante el pueblo judío, así de rarita es la gente de ferviente religión. No se podía acceder a cargos importantes en ninguna área, incluso en la ciencia había este tipo de discriminaciones, para que veas como ciega a veces la fe, incluso a las mentes que intentan poner un poco de luz en la oscuridad de la ignorancia a través de la ciencia.
Con 24 años de edad y acompañado de la falsa esperanza que su nueva religión le daba, decidió dedicarse a la investigación en el área que más le llamaba la atención, en este caso: La fisicoquímica.
Para realizar estos estudios Haber le mandó cartas a su amor platónico Friedrich Ostwald, que en aquél entonces era titular de química en la universidad de Leipzig, nadie sabe a ciencia cierta que pasó, pero Ostwald (que era una eminencia en el tema) lo rechazó una y otra vez, Haber quedó con el corazón roto pues no sabía que carajos estaba pasando. A pesar del rechazo no se rindió y se fue a estudiar a la universidad de Karlsruhe donde permaneció feliz unos 17 años pues podía estudiar fisicoquímica, que al fin de cuentas era lo único que le interesaba.
Con el tiempo se supo que Ostwald no quería al buen Haber porque este último se interesaba mucho en un área llamada «electroquímica», mira, no es que la electroquímica sea mala, pero estaba lejos de las líneas de investigación que tenía Ostwald, lo que este no se esperaba es que Haber iba a resultar siendo una eminencia en dicha área. Con el tiempo todos acudían con Haber con intereses en la electroquímica y fueron mandando a tomar por culo a Ostwald, incluso los mismos asistentes de Ostwald se fueron con Haber, ¡bien merecido se lo tenía!
Una vez que Haber ya llevaba tiempo dando clases en su nueva ciudad y de que ya era una eminencia en la fisicoquímica empezó a pensar en echar raíces. Eso del amor nunca se le había dado bien al buen Haber, pero claro, ya con algunos ingresos y una buena carrera pues empezó a pensar en el amor, no quería quedarse solo nuestro protagonista, y por fortuna lo encontró. Haber había tenido una vida algo dramática desde su nacimiento, era hora de que la vida misma le pagara con una buena mujer que llegara a dejar un poco de luz, un poco de esperanza.
Unos años atrás Haber había hecho el servicio militar en la ciudad de Breslau, ¿lo recuerdas?, allí había conocido a una bella dama en clases de danza, digo, el hecho de que Haber haya sido un químico fenomenal no significa que haya sido buen bailarín, he de allí que tomara clases para aprender a bailar.
¡Es la misma chica con la que no había podido tener nada por ser estudiante!, Haber pensaba volver a intentarlo, claro que sí, ahora era un reconocido investigador, ahora iba a poder tenerla en su vida de nuevo.
La mujer de la cual se enamoró Haber no es una mujer común y corriente, era química al igual que él, y no sólo eso, fue una química que marcó un antes y un después en la historia del género femenino en un país machista como lo era la Alemania, en sí, todo el mundo era machista en aquél entonces.
Mi estimado lector, no te quiero hacer enojar, pero si yo no menciono a esta mujer no sólo le estaría quedando mal a la ciencia, sino al juramento que ella misma hizo cuando terminó su doctorado en Alemania. Aunque el protagonista de momento es Fritz Haber, creo que su amada esposa merece su respectiva mención, pero ya es muy tarde y tú ya has leído más de lo que una persona normal lee, te estoy haciendo daño.
En el siguiente y último capítulo iniciaremos con la vida de esta bella mujer y el cómo influyó en la vida de Haber, y claro, veremos el desenlace de esta historia por los compuestos de nitrógeno.
Sin más de momento me despido, no sin antes recordarte que no puedes perderte el capítulo final de esta historia.
¡Nos vemos en la PARTE V-FINAL!
Haber cuando tenía 22 años.
[…] ¡Nos vemos en la PARTE IV! […]
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