Bienvenidos al final de esta historia.
¿Puede una mujer ser tan buen científico como un hombre?, claro que no, un hombre tiene mayor capacidad intelectual y mayor sentido de la responsabilidad. Dejar la ciencia en manos de una mujer sólo conllevaría problemas, las mujeres en la ciencia sólo sirven para lavar tubos de ensayo y para verse atractivas con bata de laboratorio.
Este pensamiento era el más común en la Alemania del siglo XIX e inicios del XX, y no sólo de Alemania, sino de todo el mundo. Si prestaste atención a la cuarta parte de esta historia recordarás que nuestro héroe, Haber, se había enamorado de una chica durante sus clases de danza en la misma época en la que hacía su servicio militar. Pues bien, este último capítulo inicia con la vida de esta mujer y lo mucho que influyó en la vida de Haber.
Este capítulo será el más largo, espero y disfrutes de este final tanto cómo yo disfruté escribiéndolo. Si no sabías nada sobre esta historia que tus malos profesores se negaron a contarte tal vez te des cuenta que muchas veces las cosas no son lo que aparentan, te darás cuenta que no todos los buenos son tan buenos como creíamos, y que no todos los malos son tan malos como reflejan serlo, notarás que hay una dualidad muy extraña y poco comprensible en lo que a la naturaleza humana concierne, y claro, tal vez no hayas podido aprender a fondo los detalles rigurosos científicos que hay detrás de todo esto, pero créeme, más allá de la importancia del conocimiento que otorga la ciencia, siempre hay un trasfondo humano que mueve a todos los involucrados. Muchas veces el contexto histórico define hacía donde debe avanzar la ciencia, los humanos somos quiénes decidimos qué y porqué se estudia cada cosa. Es triste que la naturaleza de la ciencia esté definida a su vez por la naturaleza del hombre, y claro, hasta que el hombre no cambie un poco esa naturaleza las cosas seguirán siendo las mismas. No por ello debemos renunciar a ella, al contrario, si en algo debemos depositar nuestra fe es en la ciencia, porque al fin de cuentas la ciencia sólo hace cosas buenas por el hombre, es el hombre el que usa la ciencia para joderse así mismo, o como dice aquella frase latina que popularizó el filósofo inglés Thomas Hobbes en el siglo XVII: «Homo hominis lupus», «El hombre es un lobo para el hombre», dicho a mi cristiana manera: Somos enemigos de nosotros mismos.
Sin más cursilerías de momento, pasemos al inicio del final (que, por cierto, será igual o más cursi).
. . .
Philipp y Anne eran unos primos que vivían cerca de la ciudad de Breslau, y como dice aquella famosa frase: «A la prima se le arrima», pues los tortolitos no tardaron mucho tiempo en tener su propia familia. Tenían tres hijos (dos señoritas y un varón): Elli, Rose y Paul.
El 21 de junio de 1870 estos padres estaban emocionados pues Anne daba a luz a una nueva integrante de la familia, estoy hablando de la legendaria Clara Immerwahr.
Clarita no tuvo una infancia tan tortuosa como la que tuvo Haber, creció en la granja de sus padres y tuvo todas las facilidades que una delicada dama debe tener. Su padre, Philipp, era un hombre demasiado inteligente, y al igual que todos los personajes de esta serie también había estudiado un arte tan oscura como la química.
Los 4 niños habían recibido educación privada, mira, dinero no le faltaba a esta familia, pero no todo el tiempo fue así, ya entrados en edad los mandaron al colegio en la ciudad de Breslau (recuerda que ellos vivían en una granja en las cercanías de esta ciudad).
Clarita no fue una estudiante cualquiera, siempre vivió enfadada por la discriminación que sufría en el salón de clases cuando les contaba a todos que quería ser una gran científica. Las personas suelen ser unos completos hijos de puta, claro, eso es algo que Clarita estaba aprendiendo como todos lo hemos aprendido en su momento, pero, ¿también los profesores?, pues sí, como siempre, el sistema de educación y esos malos maestros que siempre serán el primer obstáculo para en verdad lograr algo. Ellos también se burlaban de los sueños de la pequeña Clarita y le decían que su lugar era en la cocina, no en un laboratorio, aquellos laboratorios que sólo podían pisar los grandes hombres que habían nacido para ser científicos, ¡que deshonra que una mujer pisara un laboratorio!
El hermano de Clarita, Paul, había partido a la universidad de Berlín donde estudió química y obtuvo su doctorado. Clarita tuvo una envidia enorme debido a que a las mujeres en aquella época no se les permitía siquiera estudiar un doctorado, mucho menos un doctorado en algo tan sublime como las ciencias exactas. Clarita estaba entrando en una enorme desesperación por no ver realizados sus sueños, y claro, el ambiente familiar no ayudaba mucho. Las hermanas de Clarita, Elli y Rose, no tenían un carajo de interés en ser científicas, ellas en verdad habían crecido con ese estereotipo arraigado de que una mujer debe estar en la cocina y que lo mejor que les podía pasar era el contraer matrimonio. Desdichada nuestra Clarita, en los ojos de sus hermanas brillaban unos sueños que para Clarita eran unas horribles pesadillas, ¡Pobre Clarita!
Los sueños de las hermanas se realizaron primero que los de Clarita, porque créeme, es más fácil abrir las piernas y decir «Acepto» en el altar, que leer un libro de química. A los 20 años de edad (allá por 1890), la madre de Clarita falleció de cáncer, deprimidos tanto Clarita como su padre decidieron abandonar la granja y mudarse de una vez por todas a la ciudad de Breslau, dejando la granja en las manos de una de sus hermanas, y claro, el marido de esta última.
Una vez en la ciudad de Breslau nuestra señorita tenía mucho tiempo libre, así que decidió ocuparlo en dos cosas: Estudiar para ser maestra y clases de danza.
Ya te lo estarás imaginando, pero durante las clases de danza conoció a su príncipe azul, aquél apuesto caballero que la seducía con sus enormes conocimientos de química y física, ¡qué apuesto!, ¡qué hombre tan inteligente!, Clarita había caído enamorada de Fritz Jakob Haber.
Haber y Clarita estaban enamorados, ¿el problema?, bueno, Haber sólo estaba en la ciudad de Breslau temporalmente mientras realizaba su servicio militar, Clarita sabía eso, pero ningún motivo puede interponerse en el camino de dos corazones enamorados. Se despidieron con la promesa de verse de nuevo, ninguno de los dos sabía a ciencia cierta si lo harían, pero no hay nada más fácil que prometer con aquellas palabras que salen del pecho. Que gran amor sentía Clarita por aquél hombre, ¡qué gran corazón tenía Clarita!
La directora de la escuela donde Clarita se había inscrito para ser maestra se sintió entusiasmada de que una mujer tuviera interés en la química, esta mujer empezó a regalarle más libros relacionados a esta ciencia pues veía en los ojos de Clarita el sueño que muchas mujeres tenían en aquella época pero que sólo pocas se atrevían a siquiera intentar lograr.
Mira, cuando alguien le pone pasión a las cosas las demás personas lo sienten, el padre de Clarita no fue la excepción, veía en ella todo lo que se necesitaba para triunfar en esta ciencia oscura y tenebrosa que aleja a todos aquellos que no poseen la determinación necesaria. ¿Cómo no iba apoyar a su hija cuando él mismo era un químico?, ¡claro que lo haría!, ¡que buen padre el de Clarita!, bien por él. El apoyo económico y la confianza que le daba su padre era lo único que necesitaba Clarita en su corazón para lograr sus sueños, ¡bien por Clarita!, ¡bien por esta familia!, sin duda alguna la madre se hubiese sentido orgullosa de esta increíble dama y su pasión por la ciencia.
Con un sabor amargo en la boca, pero con toda la dulzura que hay en un corazón que profesa la ciencia, Clarita terminó sus estudios en el instituto donde se preparó para ser maestra, todo esto al mismo tiempo que rogaba, daba golpes, patadas y gritos a la universidad de Breslau para que le permitiera aplicar el examen de admisión, claro, todas sus peticiones fueron negadas una y otra vez. Clarita estaba viviendo lo mismo que su príncipe azul, Haber, cuando este intentó estudiar con Ostwald, ¿lo recuerdas?
Clarita se dedicó a ser maestra privada durante todo este período. En 1895 a las maestras privadas se les dio la oportunidad de ser visitantes en la universidad de Breslau, tú sabes, ser oyentes de las cátedras que se impartían en dicha universidad. Todo esto con la finalidad de incrementar el nivel de la educación privada a la que estas mujeres se dedicaban.
Para eso de 1897 Clarita estaba desesperada de no poder cumplir sus metas, imagina, ella era mujer y no sólo eso, también era judía, ¡tenía el doble de problemas que su príncipe había tenido!, por ende, Clarita también decidió convertirse al cristianismo, y así, sólo tendría que lidiar con el problema de no haber nacido con un pedazo de carne que le colgara entre las piernas.
Un año después de cambiarse al cristianismo Clarita por fin recibió la oportunidad de presentar un examen en la universidad de Breslau que la haría pasar directo al doctorado. Clarita se enfrentó a uno de los exámenes más difíciles de aquella época, esto se hacía con la finalidad de que la química de Alemania fuera la mejor del mundo.
Dos años tardó Clarita en aprender todo lo que tenía que aprender en su doctorado y el 12 de diciembre de 1900 Clarita defendió su tesis doctoral ante todos aquellos machos que tantos años le negaron la oportunidad de pertenecer al mundo de la ciencia.
Clarita presentó su tesis relacionada a la solubilidad de sales metálicas, ¡y no sólo eso!, tras defender su tesis todo el auditorio se puso de pie y le dio la mención magna cum laude (la más alta posible en aquella universidad) por su increíble trabajo.
Clarita con el corazón lleno de dicha dedicó su tesis a su honorable padre por el hecho de nunca haber dejado de creer en ella, ¡imagina el orgullo de este buen hombre al ver que su hija había logrado todo aquello por lo cual había luchado sin descanso!, y es que, cuando hay personas que en verdad nos ayudan a conseguir nuestros sueños nunca podrán ser olvidadas. Clarita no iba a olvidar a ese hombre que la apoyó no sólo a conseguir sus sueños, sino a demostrar que una mujer podía romper todos los estereotipos machistas que existían en aquella época.
Clarita recibió no sólo un doctorado en química, sino que también se convertía en la primera mujer en la historia de toda Alemania en tener un doctorado, y no era cualquier doctorado, ¡era un doctorado en química!
Para finalizar, Clarita durante su juramento dedicó las palabras más bellas que sólo un corazón lleno de pasión por la ciencia puede decir:
«Nunca diré, escribiré o enseñaré algo contrario a mis creencias. Perseguiré la verdad para darle a la ciencia la dignidad y la altura que se merece».
Acto seguido todo se llenó de aplausos y Clarita salía por la puerta de aquella universidad que tanto se había negado a dejarla entrar, Clarita dos años atrás había entrado con la imagen de alguien que no podría lograrlo, pero ese mismo día se iba como alguien que lo había logrado todo, ¡felicidades Clarita!
Después de que Clarita tuviera su doctorado empezó algo así como una especie de campaña feminista, hablaba con las mujeres de la época y las motivaba para que lograran lo mismo que ella había logrado. Clarita había dejado abierto un camino a todas esas mujeres, sólo se necesitaban damas que en verdad intentaran lograr lo mismo que ella había logrado.
Obviamente Clarita no pudo acabar sola con todo el machismo de la época, aún tenía trabas con los círculos de aquellos hombres científicos que llevaban rato en aquello de la ciencia, pero claro, eso no fue un impedimento para esta bella mujer, claro que no, ella sería firme a su juramento y todos sus ideales, ella viviría en lucha de los derechos de la mujer, y claro, en lucha de elevar a la ciencia a las alturas que se merece.
. . .
Para 1901 Haber viajó a la ciudad de Breslau con los planes de contraer matrimonio, ya te podrás imaginar a quién se topó allí, era nada más y nada menos que su antigua y amada bailarina, pero claro, ahora convertida en doctora, no existía mejor combinación en aquella época (ni en la nuestra) que hiciera perder a un hombre la cabeza. Esos dos tortolitos se habían encontrado años después y claro que iban a consumar aquello que hace años habían empezado, ¡nada más puro que el amor entre dos personas de ciencia!
El 3 de agosto de 1901 Clarita vestía un hermoso vestido blanco y prometía su amor eterno a Fritz Haber hasta que la muerte los separase, ambos eran felices, ambos habían logrado todo aquello que se propusieron en la vida. Haber se llevó a Clarita a la ciudad de Karlsruhe (¿recuerdas que allá era donde se quedó viviendo Haber para dedicarse a la fisicoquímica?). Eso sí, Fritz Haber se la llevó con la esperanza de que Clarita se pudiera desenvolver mejor en la ciencia que en aquella ciudad se estaba desarrollando. Partieron y fueron felices, ¡el corazón de Clarita no podía estar en mejor estado!, esta mujer lo había conseguido todo.
Una vez en esa ciudad Clarita se dio cuenta que tendría que enfrentar los mismos problemas de machismo que existían en Breslau, y no sólo eso, ahora los tendría que lidiar desde la comodidad de su hogar. La traviesa de Clarita no tardó mucho en quedar embarazada, dio a luz a su primogénito el primero de junio de 1902, Harmann sería su nombre (¿recuerdas que así se llamaba el tío de Haber?). Por desgracia, el niño había nacido delicado de salud y Clarita tuvo que entregar todo su tiempo al cuidado del recién nacido, ¿cómo no iba a hacerlo?, creo que ya te ha quedado claro que si algo tenía Clarita era un corazón muy grande y mucha determinación, su hijo no iba a ser la excepción a este modo de ver la vida.
Clarita se dedicó al cuidado del hogar y al cuidado de su hijo. Su esposo, Haber, era un hombre respetado en los altos círculos de la ciencia, por lo que constantemente hacía reuniones en la casa donde Clarita preparaba la comida y dedicaba cuidado de primer nivel a todos los invitados, ¡qué ironía!, Clarita se había convertido en aquello que repudió tanto en sus hermanas. La vida estaba convirtiendo a una arquitecta de moléculas en una ama de casa, no es que tenga nada en contra de las amas de casa (mis respetos), pero Clarita debía aspirar a más, Clarita tenía la misión de llevar a la ciencia a las alturas que se merece, ¿qué hacía lavando platos en la austeridad de aquella fría y nada grata cocina?
A pesar de que Clarita estaba trabajando día y noche en su nuevo papel de ama de casa no dejó de lado la ciencia, ella colaboró e hizo traducción al inglés del segundo trabajo más importante de su marido «Thermodynamik technischer Gasreaktionen», dicho en cristiano: «Termodinámica de las reacciones en fase gaseosa». Haber se sintió muy agradecido con la colaboración de su amada esposa en su trabajo, de hecho, cuando Haber publicó su trabajo en 1905 se encargó de poner una hermosa dedicatoria para que se le diera su respectivo reconocimiento a aquella mujer que no sólo sostenía el hogar, sino que también lo sostenía a él mismo:
«A mi amada esposa la doctora Clara Haber, por su silenciosa colaboración».
No sé qué carajos pasaba por la cabeza de Haber, pero yo no hubiese utilizado la palabra «silenciosa», pero bueno, eso hizo y a pesar de ello Clarita no se sintió desplazada, al contrario, estaba llena de orgullo por sus acciones que con tanto amor dedicaba a su marido. Eso sí, el trabajo de Clarita no evitó que los machos de la época mandaran a tomar por culo su colaboración y sólo se fijaran en el increíble intelecto de Haber, en fin, así son las personas, unos completos hijos de puta.
Haber aún no estaba en la cúspide de su carrera, el buen hombre estaba haciendo hasta lo imposible para obtener el puesto de profesor titular en alguna universidad, y claro, titular en química. Si has estado prestando atención a esta historia ya sabrás que las personas son algo extrañas, a Haber no le dieron ningún puesto pues todos sabían que era un «judío bautizado», era igual o peor que ser judío. Esto le cerró muchas puertas a nuestro héroe.
Por suerte el trabajo de la termodinámica de las reacciones en fase gaseosa no era cualquier cosa, a la fecha seguimos estudiando las cosas que dejó Haber en aquél trabajo. La reputación que se ganó con esa obra fue lo que le permitió quedarse con el puesto de profesor titular de fisicoquímica en la universidad de la ciudad de Karlsruhe. Por fin había logrado lo que quería. Su esposa Clarita estaba orgullosa de él, el futuro de la familia apuntaba para un buen rumbo y no había nada que llenara más de alegría a una madre con un corazón tan grande como el de Clarita. ¡Qué grandes tiempos de prosperidad les deparaban a estos científicos!
. . .
Espero que recuerdes que todo el mundo estaba teniendo un problema con el salitre y todo aquello que requería nitrógeno, pues bien, ¿recuerdas aquél llamado que se hizo a la comunidad científica para buscar la forma de crear salitre?, esto llegó a oídos de cuatro importantes científicos expertos en la fisicoquímica de aquella época: Fritz Haber, Whilhelm Ostwald, William Ramsay y Le Chatelier.
Quien mejor había logrado esto último fue Ostwald (aquél hombre que había rechazado a Haber). Ostwald había logrado varias cosas, pero no pudo lograr nada determinante, tenía una idea de cómo iban las cosas, que se debía hacer, no para formar salitre, sino amoniaco.
El salitre era lo de menos, el amoniaco (NH3) era mucho más fácil de manipular, imagina esto como un juego de legos, el amoniaco era la pieza básica de todo, ¿recuerdas la segunda parte de esta historia?, el nitrógeno molecular (N2) era difícil de separar, requería mucha energía, la cantidad de energía para separar el hidrógeno del nitrógeno era mucho menor, he de allí la importancia de conseguir amoniaco, ya teniendo amoniaco este podría ser combinado en distintas reacciones (todas sencillas) y llegar a los productos deseados. El amoniaco es algo que les encanta a los químicos orgánicos, en solución acuosa se comporta como una base, esto quiere decir que toma un hidrógeno del agua para convertirse en el ion amonio (NH4+), ¿recuerdas que precisamente eso es lo que hacían las bacterias con su nitrogenasa?, consiguiendo amoniaco podríamos nitrogenar el suelo como se nos diera la gana, venga, la madre naturaleza y su ciclo natural del nitrógeno es algo que se iba a volver arcaico, algo que íbamos a vencer de una vez por todas para dejar en el olvido.
Haber aceptó el reto de estudiar la síntesis del amoniaco por dos sencillas razones. Primero que nada, Georges Claude (otro científico de aquella época) había logrado licuar aire, o sea, volvió líquido el aire, algo raro en aquellos años. En segundo, Walter Nernst ─uno de los grandes de la electroquímica─ había hecho unos comentarios despectivos hacía Haber, este se lo tomó más como un reto personal que un reto científico, pero venga, el hombre era inteligente, iba a llegar a la respuesta de una u otra forma.
Damas y caballeros, nuestro héroe se ganó el papel de héroe. ¿Recuerdas que el nitrógeno (N2) en condiciones normales no podía separarse con facilidad?, pues la clave está en aquello de «condiciones normales». Haber se dio cuenta que aumentando algo así como doscientas veces la presión, usando un catalizador y calentando a unos 600°C, el nitrógeno se separaba para reaccionar con el hidrógeno, obviamente había que alimentar hidrógeno al reactor, esto se hacía con una corriente de gas metano (CH4), algo muy común en aquellos tiempos, de hecho, sigue siendo común en nuestros tiempos.
Haber dio una conferencia el 18 de marzo de 1910 para dar sus hallazgos a toda la comunidad científica, dio un discurso muy lindo donde le echaba flores a su universidad, aquí te parafraseo lo que dijo:
«Tras la necesidad de conseguir nitrógeno, principalmente para la agricultura y, en menor medida, para la fabricación de explosivos y la industria química, y claro, después de que todos hayan dicho que la síntesis del amoniaco era imposible, pues bien, el instituto de fisicoquímica de Karlsruhe con su trabajo ha refutado aquello de “imposible”».
¡Toma esa!, Fritz Haber se convirtió en una diva de la fisicoquímica de la noche a la mañana, y no sólo eso, toda la comunidad científica lo aplaudió, quedaron impactados, ¡No más necesidad de oro blanco!, los precios estaban a punto de desplomarse, pero claro, faltaba algo importante: ¿Cómo íbamos a lograr fabricar amoniaco a gran escala?
Los experimentos de Haber habían sido en laboratorio, había hecho algo así como una planta piloto muy mala con unos rendimientos pobres de amoniaco, se necesitaba formalizar la producción industrial del amoniaco, ¿cómo iba a ser esto posible?
¿Recuerdas que en la tercera parte de la historia se mencionó el nacimiento de otro niño héroe en 1874?, bueno, este héroe era nada más y nada menos que Carl Bosch, este hombre era un ingeniero químico alemán el cual no tenía la teoría química de Haber, pero tenía la inteligencia y determinación que todo ingeniero químico debe tener.
Bosch tuvo la tarea de llevar la síntesis del amoniaco a escala industrial, y créeme, no fue tarea sencilla. A Bosch le tomó 10000 experimentos utilizando 4000 combinaciones diferentes de catalizadores, escuchaste bien; ¡10000!, claro, esto le tomó nada más y nada menos que 3 años de ardua experimentación sin detenerse ningún sólo día, dime, ¿crees que la ciencia es fácil?, juzga por ti mismo.
Bosch terminó esta oscura misión en 1913 creando la primera planta dedicada a la síntesis de amoniaco, el proceso quedó patentado como «Proceso de Haber-Bosch», y claro, de la noche a la mañana estos hombres ya tenían riqueza asegurada, no por haber creado la síntesis, sino porque habían salvado a todo el mundo del problema que tendrían con el fertilizante y la inminente inanición que sufriría la raza humana, ¡Pero qué hombres!, ¡Nuestros salvadores!, de nuevo la ciencia estaba cambiando el rumbo de este planeta. Haber y Bosch se habían vuelto los candidatos por excelencia para ganar el premio Nobel de química con este hito en la historia de la humanidad, y créeme, se lo tenían bien merecido. Todas esas muertes y batallas campales por la mierda de pájaro y el salitre habían llegado a su fin, aquél viaje que empezó en China y los taoístas por fin había dado frutos buenos para la humanidad, nos costó muchas vidas, pero había dado algo al fin de cuentas, esa fue la misión de estos hombres, cambiar para bien el rumbo de esta oscura humanidad.
De inmediato Fritz Haber se volvió el químico más famoso de la época, las ofertas de trabajo las conseguía hasta por debajo de las piedras, ¡excelente!, su esposa Clarita y su hijo Hermann no podrían estar más orgullosos de los logros que este hombre había tenido, todo un ejemplo a seguir, el mejor padre de familia en mucho tiempo.
A Haber se le dio el papel de honorable profesor del centro de investigación de Berlín, allí nuestro héroe con un sueldo que te dejaría el ojo cuadrado, empezaba una nueva vida en esa ciudad con su amada familia. De hecho, Haber inició sus propias líneas de investigación, ahora Haber era el mejor en aquello llamado fisicoquímica en toda Europa. Tanto fue su fama que empezó a conocer a todos los científicos legendarios de aquella época, ¿uno de ellos?, el buen Albert Einstein que llegaba como el «chico nuevo» a dicho centro de investigación para finales de 1913. De hecho, Albert llegó a ser un amigo muy íntimo de Haber en aquél entonces, Einstein visitó la mansión de los Haber en varias ocasiones, venga, se volvieron amigos de los buenos.
Todo era felicidad y prosperidad en la familia de los Haber, pero todos sabemos que todo lo bueno no puede ser para siempre, se terminaba el año de 1913 y entra el nuevo año: 1914.
1914 no fue un año común y corriente, venía acompañado con las trompetas que anunciaban el fin del mundo. Clarita, Haber y su hijo Hermann no tenían idea de que el archiduque Francisco Fernando y su esposa serían asesinados en Sarajevo aquél oscuro 28 de junio de 1914, y con ello claro está: Rompiendo la «paz armada» que había en Europa y detonando la primera guerra mundial.
De nuevo te digo: Homo hominis lupus.
. . .
Haber era un patriota de primera, no se esperó y lo primero que hizo fue enrolarse en el ejército, recuerda que Haber había hecho un servicio militar, el hombre había prometido ir a la guerra si algún día era necesario. A Haber le negaron la petición por su edad, pero lo admitieron como un colaborador científico. Haber iba a ser el cabecilla de toda la ciencia que empleara Alemania en la primera guerra, y si has prestado atención a la historia, Haber era un hombre inteligente con el cual no te gustaría meterte.
Iniciada la guerra Inglaterra lo primero que hizo fue cortar los suministros de salitre a todo el enemigo, ¿recuerdas que ellos eran amos y señores del oro blanco?, pues he allí su primer movimiento, para fortuna de Alemania ellos poseían algo que valía más que todo el salitre del planeta: Fritz Jakob Haber. No tardaron nada en ir a pedir su ayuda y de la nada ya tenían plantas dedicadas a la producción de ácido nítrico y amoniaco, que, por el amor de Dios, espero y no te estés preguntando para que sirven.
El buen Haber ya era un experto en todo a lo que gases se refería, recuerda que el hombre estudió todo a lo que la termodinámica de reacciones en estado gaseoso se refiere. No sólo eso, también era un experto licuando gases, por ende, no tardó mucho en darse cuenta que podía licuar prácticamente cualquier sustancia, esto sonará algo raro para ti si no eres allegado a la química, pero deja te pongo un ejemplo sencillo:
Imagina que aumentando la presión y jugando con la temperatura pudieras poner todo el aire que hay dentro de tu casa dentro de un vaso, claro, este aire estaría en estado líquido. Una vez que retires el incremento de presión todo ese aire volvería a ocupar su volumen original. Pues bien, Haber hizo eso, pero en vez de aire utilizó cloro (Cl2), que tal vez no lo sepas, pero es veneno puro para la vida, respirándolo prácticamente estás metiendo ácido a tu sistema respiratorio, y no hay que ser muy inteligente para deducir que pasa si haces eso.
Nuestro «héroe» convenció al ejército de poner unos contenedores en las trincheras enemigas cuando el viento soplara hacía ellas en la batalla de Ypres contra los franceses en 1915, la idea era sencilla: Llevas 5730 cilindros llenos de cloro en estado líquido, los liberas y de la nada ya tienes 168 toneladas de cloro en estado gaseoso. La densidad del cloro anda en eso de los 3.71 kg/m³, eso quiere decir que cuando se libere de la presión de los contenedores y vuelva a las condiciones normales, esas 168 toneladas ocuparían un volumen de nada más y nada menos que 45 283 m³, o lo que es lo mismo: 45 283 018 litros, leíste bien, ¡45 millones de litros de veneno en las trincheras de los franceses!, claro, esto asumiendo que entre cada partícula de Cl2 no existe otra cosa. O sea, esas toneladas ocuparían mucho más volumen una vez liberados.
No hay que hacer el cuento largo, los franceses no supieron ni que les pegó, y claro, la masacre que había creado Fritz Haber aquél 14 de abril de 1915 en la batalla de Ypres es algo que nunca había tenido precedentes en la historia bélica de toda la humanidad, y más importante aún era todo ese miedo que Alemania había generado en la guerra. Para ser sincero, no es tanto el miedo que una nación pueda llegar a tener hacía otra, el miedo era hacía la mente de Fritz Haber, y no sólo el enemigo tenía pavor, toda la comunidad científica había temblado al darse cuenta que nuestro héroe ya no era la misma persona que había salvado a la humanidad años atrás, claro que no. Fritz Haber se había convertido en la representación de la muerte, la guerra lo había cambiado. Y eso es algo que nadie podía entender. Ante sus acciones Fritz Haber sólo se limitó a decir algo: «En la paz por la humanidad, en la guerra por Alemania».
La comunidad científica, aquella que años atrás lo aplaudía ese día estaba llena de lágrimas, Fritz había usado la ciencia para dar inicio a una nueva etapa en la historia de la humanidad: La guerra química.
Pero mi amado lector, hoy quiero menospreciar las lágrimas de los científicos de aquella época para hacer énfasis en las lágrimas más puras que fueron derramadas aquél día, no sé si lo recuerdes, pero en la mansión de Berlín había una Clarita que lloraba por lo que su esposo había hecho aquél oscuro 14 de abril de 1915. Aquél príncipe azul había lastimado el dulce corazón de aquella Clarita, ¿recuerdas ese corazón del que tanto hablamos?, ya nunca volvería a ser el mismo.
Después de la batalla de Ypres el ejército había quedado impactado por la genial pero monstruosa mente de Haber. Con una acción tan sencilla había matado a 4000 franceses y herido a otros 1000, había ganado una batalla con los conocimientos que la fisicoquímica le había brindado. El ejército reconoció su talento y le dieron el rango de capitán por decreto imperial. Ese día Haber tomaba dos papeles, por un lado, era un héroe de la nación, por el otro; un de los mayores villanos que ha tenido de la ciencia.
Fritz Haber orgulloso por sus hazañas volvía de nuevo a su mansión de Berlín en finales de aquel funesto abril. Entra por la puerta de su mansión vistiendo su uniforme de capitán, sus arrogantes galones por asesinar a miles en aquella batalla y una pistola reglamentaria que todo capitán debe portar, venga, lo que atravesó aquella puerta en finales de abril era muchas cosas excepto un científico.
La vida es rara, cuando Haber entró por aquella puerta la mujer que lo recibía también era todo, excepto su esposa. Clarita con lágrimas en los ojos no podía creer en lo que se había convertido su marido, aquél hombre con el que bailó cuando era joven, aquél hombre que la cautivó con sus conocimientos de química, aquél hombre con el que decidió compartir su vida hasta que la muerte los separase, aquél hombre había muerto en la pelea de Ypres, aquél hombre había dejado de existir para Clarita.
A Fritz Haber no le bastó haber destruido el buen corazón de Clarita con sus acciones en la guerra. El día de su llegada obligó a Clarita a preparar la cena pues venían altos rangos del ejército alemán a «celebrar» la victoria que había logrado Haber en la pelea de Ypres. Clarita ya no sabía qué carajos hacer, el buen corazón de Clarita había sido destruido por las acciones del monstruo que hoy tenía por marido.
Al terminar la cena de celebración Clarita se enteró que su marido tenía planes para ir a la batalla al día siguiente y seguir empleando el uso de armas químicas. Clarita no soportaba ver como su marido ultrajaba aquella hermosa ciencia que había practicado su amado padre y aquella misma ciencia que tanto trabajo le había costado a ella. Todo se estaba volviendo oscuro, Clarita lloró y empezó una discusión con su esposo, no llegaron a nada.
Fritz tomó unos somníferos para no escuchar las quejas de Clarita y se fue a dormir. Clarita se quedó llorando por todos los aspectos ruines de la guerra, por todo lo malo que ahora había en el corazón de su esposo, y claro está, por todo el dolor que ahora ella tenía en su corazón.
En su mente sólo sonaban aquellas palabras que al obtener su doctorado había dicho: «Nunca diré, escribiré o enseñaré algo contrario a mis creencias. Perseguiré la verdad para darle a la ciencia la dignidad y la altura que se merece».
Ni la ciencia ni Clarita habían alcanzado aquella dignidad, Clarita sabía que se había convertido en un ama de casa y que jamás iba a poder practicar la ciencia a lado de ese monstruo. El corazón de Clarita lloraba junto con ella, ya no había determinación, ya no había pasión, ya no había futuro.
Clarita tomó el arma reglamentaria de aquél asesino y salió al patio. Mientras recordaba su juramento apuntó el arma a su corazón y jaló el gatillo. Aquél asesino ni siquiera había escuchado el disparo por los efectos de los somníferos, aquél asesino no se pudo despedir de aquella mujer que había cumplido con su promesa, la muerte los había separado.
En la mañana del 2 de mayo de 1915, Haber encontró en el patio a su hijo Hermann sosteniendo el cadáver de Clarita. Ese mismo día el capitán partió dejando que el hijo se encargara solo de la situación, este hombre no asistió al funeral. Esa misma mañana el capitán había partido de nuevo a la línea de batalla. No sólo Clarita había muerto ese día, también murió lo poco que quedaba de aquél científico genial que habíamos conocido en esta historia, para ti mi amado lector: El capitán.
El capitán era bueno en química, sabía muchas cosas que no iban a llevar a nada bueno. Este asesino desarrolló más armas: Gas mostaza, fosgeno, difogesno, etildiclorasina, entre otras abominaciones más que no hace falta mencionar, cada una más letal que la anterior. El capitán no era científico, el capitán ahora era un verdugo de la humanidad.
. . .
La guerra llegó a su fin en 1918, Alemania había perdido. Fritz Haber entró en depresión. Este hombre ya había contraído matrimonio en 1917 con Charlothe Nattan y había tenido dos hijos más: Eva y Ludwig.
Al terminar la guerra Haber encabezaba la lista de los criminales de guerra, escapó a Suiza para encontrar asilo político y evitar ser ejecutado, ese mismo año la academia de ciencias anunciaba las noticias:
«Fritz Haber ganador del premio Nobel por sus estudios en la síntesis del amoniaco».
Es aquí donde empieza esa tragicomedia que llamamos «humanidad».
Fritz Haber fue galardonado con el mayor premio que un químico puede obtener. En aquella ceremonia de premiación nadie importante asistió, todos odiaban a Fritz Haber por sus crímenes de guerra, todos odiaban aquello que el hombre había hecho. A la ceremonia sólo fueron más asesinos alemanes al igual que él.
Pasaron los años y Haber volvió a su vieja y amada Alemania. Hitler subió al poder y estaba dispuesto a deshacerse de todos los judíos del país, incluso de aquél famoso judío bautizado. Fritz Haber entendió que su lugar ya no era en Alemania, viajó a Inglaterra y recibió el mismo trato, Fritz no era nada, ya no era un héroe, ya no era bienvenido en ningún lugar.
Fritz ya no tenía ánimos de seguir viviendo, se sentía mal y sabía que ese estado de ánimo pronto lo haría llegar a su fin. Escribió su testamento y sólo había algo importante que recalcar de él: «Quiero que se me entierre a lado de mi amor, Clara». Tal vez era una forma de pedir perdón, tal vez aquél asesino aún tenía algo dentro de él, nadie sabe.
Fritz Haber murió de un infarto el 29 de enero de 1934 en Suiza, allí mismo fue enterrado. Acorde a su petición las cenizas de Clarita fueron trasladadas a dicha tumba y allí descansan los dos hasta la fecha.
Años más tarde Hitler usaría el gas que inventó Haber para matar a la familia judía de Fritz en los campos de concentración, ¿en qué momento nos dejamos de reír de esta comedia?
Tras los juicios y polémicas creadas entorno a su familia, Hermann, aquél hijo que tenía el mismo nombre que algún día llegó a tener el tío que animó a Haber a estudiar química, aquél mismo hijo que había sentido orgullo de su padre, aquél buen hijo también decidió quitarse la vida al no poder con la vergüenza que ahora sentía por su padre.
Eva, la otra hija de Haber, se quitó la vida unos meses después por las mismas razones.
. . .
Amado lector, hoy escribo esto un 9 de diciembre del 2016, el mismo 9 de diciembre en el que años atrás en un pueblo de Silesia nacía un hombre que sería héroe y villano en una misma persona, aquél hombre que mataría a miles y le daría vida aún a más, ¿cuántas bocas habría de alimentar para compensar el hecho de haber asesinado a alguien?
Tal vez Lao-Tse no estaba equivocado, Lao-Tse siempre lo supo, por algo el taoísmo porta el yin y el yang como su imagen más representativa, eso era Fritz Haber, era la dualidad del alma misma.
Fritz Haber nos enseñó que dentro de nosotros puede haber algo que contradiga todo lo que reflejamos ser, algo que contradiga todo en lo que creemos. Fritz fue un ejemplo en vida de lo que la contradicción humana es. Es curioso, muchos hemos olvidado que independiente del lado que mires la moneda la misma no deja de tener dos caras.
Fritz Haber fue un héroe, el capitán fue un asesino. Fritz Haber alimentó y sigue alimentado a miles hasta la fecha, y también condenó a otros miles a morir en manos de las armas químicas. Fritz Haber fue un hombre que marcó el antes y el después desde el momento que moría su madre en el parto. Ese hombre cambió el mundo de dos formas que se contradicen entre sí, de formas que para ser sincero yo jamás lograré entender.
Fritz Haber nos enseñó la belleza que hay en la ciencia al otorgarles el elixir de la vida a muchos, y claro, también nos enseñó que en la ciencia podemos encontrar los elixires de la muerte.
Gracias por todo Fritz Haber, esperemos que en los años que le queden a la humanidad aprendan a darte el perdón, y de no ser así, sé que detrás de cada vida humana en la tierra estará grabado tu nombre.
. . .
Querido lector, esta historia ha llegado a su fin, me despido, no sin antes dejarte unas palabras de Lao-Tse:
«El buen hombre es el maestro del malo, y el mal hombre es la lección del bueno».
¡Hasta la próxima historia de #DiVULGARción100tifika!
FIN.
P.S.
Si te gustó la historia y crees que es algo que te debieron haber contado tus malos profesores eres libre de compartirá donde quieras, al fin de cuentas yo lo hago sólo para que la gente sepa que detrás de cada mala lección del sistema de educación puede haber la misma historia, pero claro, contada con más pasión, y créeme, eso es lo que necesita nuestro sistema chafa de educación para salir del agujero, para formar científicos que lleven a las alturas la dignidad que la ciencia se merece.
No creo que haga falta que te diga quiénes son estos dos tortolitos.
Dato feliz de la historia:
El premio más popular para la prevención de la guerra nuclear lleva el nombre de Clara. Hay otro premio también llamado Clara Immerwahr que se le otorga a mujeres jóvenes que realicen estudios sobre catálisis.
Gracias Clara.
[…] ¡Nos vemos en la PARTE V-FINAL! […]
Me gustaMe gusta