Espero y hayas leído la primera y segunda parte de esta linda historia que tus profesores te negaron porque te odiaban y querían verte alejado de la ciencia y estudiando administración de empresas, pues bien, si lo hiciste sabrás que nos quedamos en busca del oro blanco.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII (1750 en adelante aproximadamente) hasta la primera mitad del siglo XIX (1840 aproximadamente) se desató la revolución industrial, esa cosa extraña que tanto te mencionaron en la escuela pero que a pesar de ello con dificultad logramos ubicar en una línea del tiempo. La revolución industrial marcó un antes y un después en lo que a la historia de la ciencia (y en general) concierne. Por aquellas épocas el salitre era tan escaso como los alquimistas, la ciencia ya había avanzado lo suficiente y ya no era un extraño cuento de hadas que gustaba de envenenar personas con mercurio; Darwin había establecido la teoría de la evolución de las especies, ya teníamos una teoría sobre los microbios, se inventó el cálculo, la mecánica de fluidos, y Mendel jugando con chicharitos nos había dado una explicación para todo lo relacionado a la genética.
Precisamente por esta confianza que se había ganado la ciencia, se le dio la oportunidad (como debe ser, maldita sea) de revolucionar a toda la humanidad, como bien sabrás, la revolución industrial fue la época en la que se empezaron a crear maquinas tan increíbles como el tren y el barco de vapor, empezamos a sacar mayor beneficio de la energía que nos brindan los combustibles.
No sólo eso, empezamos a crear máquinas de vapor que servían para todo, empezamos a automatizar procesos, venga, que la palabra te lo dice todo: Revolución.
Uno de los sectores más beneficiados con todos estos nuevos aspectos fue el agrícola, al poseer máquinas podíamos sembrar mayores áreas en menor tiempo. También las máquinas empezaron a necesitar más carbón, más combustible, más de todo, la minería se volvió canasta básica para satisfacer las necesidades energéticas de todos estos monstruos de la tecnología que nos habían ayudado a romper un poco las cadenas que tenemos al trabajo como los malditos esclavos que somos.
¿El problema?, bueno, la agricultura iba con la finalidad de crear más alimento para una población en constante aumento, claro está, también con fines económicos, nada es gratis en esta vida (De nuevo: principio de conservación de la materia), esto fue muy raro para la naturaleza, porque no todo el suelo es fértil, no todas las tierras son tan ricas en nitrógeno como se piensa, ¿la solución?, bueno, utilizar fertilizantes, en este caso el salitre, ese oro blanco que empezaba a tomar un valor increíble por todos estos cambios que estaba viviendo el mundo.
Peor aún, la minería y sus explosivos eran cosa de todos los días, si has puesto atención sabrás de inmediato que los mismos también se hacían con salitre, en fin, el salitre era una especie de petróleo, era la verdadera sustancia que estaba moviendo al mundo, lo movía más que las máquinas de aquellos hombres de ciencia.
Si no te quedaste dormido en la parte II de esta historia recordarás que el salitre no está en todos lados, y claro, el poco que había no estaba dando abasto para todas estas cosas que los humanos estaban necesitando, ¡Qué desgracia!, ¿cómo iba a seguir el progreso humano sin su mayor motor?, ¿acaso tendríamos que renunciar a todas estas máquinas y a todos esos ricos vegetales tan necesitados de nitrógeno?, pues no, aquí te va lo que pasó:
Si tienes una mínima idea de lo que ha ocurrido en el planeta a través de la historia, tal vez recuerdes que en América nos cansamos de que los españoles nos trataran como sus perras, entonces para inicios y mediados del siglo XIX (1800-1850) iniciaron todas las guerras hispanoamericanas, es decir, guerras de independencia donde les demostrábamos a los españoles que éramos más civilizados y teníamos la capacidad para dirigir nuestro propio rumbo como madres solteras, luchonas y ahora independientes que somos.
Cuando se terminan estos conflictos con los españoles los nativos empiezan a repartir las tierras que el antiguo gobierno realista español había ocupado. En Sudamérica uno de los territorios más polémicos al ser repartido fue el desierto de Atacama, este desierto colinda con tres países: Perú, Bolivia y Chile.
Como te debes estar imaginando, llámalo destino, llámalo Dios o como quieras, pero pareciese que alguien dispuso las piezas necesarias en este planeta para seguir avanzando. En dicho desierto se descubrió la fuente de salitre más grande del planeta, imagina la mina de oro blanco más grande del mundo y mucho más fácil de extraer que el oro convencional, de hecho, todo papel-moneda solía respaldar su valor en oro, ¡qué ironía!, usábamos oro dorado para comprar oro blanco, la sátira de la economía humana a todo lo que da.
Como todos buenos humanos basamos la propiedad en papeles y líneas imaginarias sin sentido alguno, a la hora en que estos países buscaron los papeles de propiedad de dicho desierto se dieron cuenta que se perdieron misteriosamente. En 1866, tras una disputa pacífica los chilenos y los bolivianos acordaron repartir 50/50 todos los minerales extraídos allí, de hecho, habían quedado también 50/50 con el tema del territorio. Esto no fue nada malo, el problema es que en la zona se descubrían cosas más impactantes, por ejemplo, dicho desierto estaba pegado al mar, donde hay mar; hay pájaros, gaviotas y todos esos pokémon extraños. Ellos son fuente de guano (mierda) que curiosamente es rico en nitrógeno, venga, que eso de los fertilizantes en base a la mierda no es nada nuevo ni para ti, obvio la zona se volvía más cotizada por el exceso de guano encontrado, una zona más polémica por el hecho de que todo el mundo estaba escaso de salitre, era decisivo quedarse con ese lugar que a gritos prometía ser la salida para los problemas económicos que toda independencia deja tras de sí, al fin de cuentas ser mamá luchona e independiente no es nada fácil.
Posteriormente se iban descubriendo más cosas, por ejemplo, la zona también era rica en plata (otro elemento de la tabla que tiene gran valor para los hombres a los que les falta valor en sus corazones). Los abogados, fiscales, políticos y todas esas cosas raras que no entiende la ciencia, empezaron a hacerse como si la virgen les hablara y empezaron a formular preguntas raras tipo: «¿Es lo mismo un mineral qué un compuesto inorgánico?», creían que los minerales sólo estaban hechos de metal, así que alguien debía quedarse sólo la plata, ya que es un metal, no un mineral, esto según aquellos hombres, para que te des una idea de hasta dónde llega la avaricia humana, había suficiente para todos los países, pero no, alguien debía quedarse con todo.
Bolivia fue exigiendo que Chile cediera un poco, Chile intentó negociar, llegaron a otro acuerdo donde eran felices estos dos países, el problema es que el gobernante en turno murió y el nuevo al poder sólo llegó para decir: «No me importa una mierda los acuerdos que hayan tenido previamente, tenemos que restablecerlos todos».
Y así fue, para 1874 Chile firmó un acuerdo donde había cedido territorio y muchas cosas, pero fue un acuerdo mutuo al final de cuentas, sólo había una regla que Chile había exigido a Bolivia, la cual consistía en que Bolivia no cobrara impuestos a nada que tuviera que ver con lo que Chile explotaba de dicho lugar en los próximos 25 años, ambos firmaron, todos felices. De hecho, Chile pidió permiso para poner un tren en dicho desierto y así facilitar el transporte de la materia prima (toda la revolución industrial en acción), Bolivia accedió.
El problema es que Perú se estaba muriendo de hambre y misteriosamente firmó una alianza de paz y de compañerismo de guerra contra amenazas externas con Bolivia, dicho en cristiano: Se volvieron aliados, novios, una pareja gay sudamericana.
Tanto Bolivia como Perú experimentaban crisis por la independencia, estaban en vías de desarrollo para alcanzar de nuevo la estabilidad, por ende, Bolivia decidió cometer dos grandes errores:
1.- Dijo que el acuerdo de 1874 no era válido pues debía ser aprobado por otras leyes y que fue algo apresurado, una aventura de una noche, nada serio, así que decidió poner un pequeño impuesto de 10 centavos a todo lo que Chile sacaba del desierto de Atacama.
2.- No llamar a la señorita Chile al día siguiente.
A Chile se le acabó la paciencia cuando Bolivia rompió el acuerdo de 1874 con su mentado impuesto y exclamó con su tan conocido vocabulario: «¡A la mierda tu wea de impuesto weon, arderán en el infierno tú y tu gente fome de mierda!». Esos 10 centavos son un hito en la historia de la humanidad, fueron el casus belli de la popular guerra del pacífico, también conocida como: «La guerra del salitre y el guano» (no es broma, así se llama). En otras palabras, Chile declaró la guerra a Perú y Bolivia (1879), dos contra uno sin límite de tiempo.
Tal vez te puedes llegar a reír mucho si imaginas a los soldados de estos países vestidos con esos extraños ponchos y montados en llamas, pero no, fue muy diferente, ¿recuerdas que Chile construyó un tren?, fue por algo, la zona sólo era accesible a través del mar (de allí que se le diera el nombre de «la Guerra del Pacífico»), de pacífico ya no tenía una mierda, se había convertido en una guerra marítima, Chile había tomado una sabia decisión de rentar unos buques de guerra a Inglaterra unos años atrás, unos barcos último modelo que funcionaban en base al vapor, eran rápidos, era la ciencia y la revolución industrial brillando de nuevo.
Esta guerra fue ridícula en todo el sentido de la palabra (todas las guerras son ridículas), ¡La humanidad se estaba peleando por mierda de pájaros y sales!, todos esos países se estaban muriendo de hambre, pero eso no los detuvo, sólo imagina que Chile estaba peleando con barcos último modelo sacados a 18 meses sin intereses en Wal-Mart y Perú (el más jodido) por andar haciéndose el valiente se había inmiscuido en una guerra marítima que no iba a ganar, Bolivia estaba cabalgando llamas (no es cierto), porque créelo, no tenían poder naval, sólo mira en que parte del mundo está Bolivia y entenderás porque no hay necesidad de fabricar barcos.
El salitre por el que se estaban peleando estaba siendo usado directamente en artillería y balas, ¡Pólvora!, el viejo «elixir de la vida» de los taoístas chinos, ¿En qué punto esto deja de ser historia y se convierte en tragicomedia?, no sé, dímelo tú.
No sé si sepas mucho de guerra y estrategia militar, pero si ganas el mar; ganas la tierra, sólo es cuestión de desplazar tus tropas por la costa y protegerlas con los barcos, se avanza lento, si tierra adentro hay problemas se vuelve a retroceder a la costa donde estés protegido, para aprender estrategias marítimas sólo hay que revisar la historia bélica de Japón, Corea y los viejos vikingos. Esta ventaja estratégica que tenía Chile le permitió ganar la guerra, y que bueno que lo hizo, porque el mundo estaba esperando a que estos tres niños dejaran de jugar a la guerra para empezar con la exportación internacional del salitre que necesitaba el mundo.
Terminada la guerra del pacífico (allá por 1884) los tres países firmaron una tregua en la que Chile se quedaba con prácticamente todo el desierto, esto desencadenó la época dorada más famosa de la historia para Chile, de la noche a la mañana se había convertido en el exportador número uno del recurso natural más cotizado en todo el mercado internacional. Bolivia terminó pobre y muy devastada, Perú ni se diga, tuvo que entrar en algo llamado «reconstrucción nacional» que es sinónimo de «estamos en banca rota, sólo nos vamos a preocupar por comer (palomas) y ya no nos interesa nada, se aceptan donaciones», pero bien merecido lo tenían, la ambición y la recalcitrante postura de querer someter a Chile los orilló a esa situación.
Chile no esperó para sacar a relucir su avaricia de nuevo, si eres el único vendedor de salitre en una población mundial adicta a esta droga, lo más inteligente que puedes hacer es venderlo lo más costoso posible sin llegar a rozar con lo inhumano.
Bueno, pues a Chile no le importó eso de medirse con los precios, no tardó mucho en recibir la crítica internacional por el monopolio que había formado con el oro blanco, muchos países estaban teniendo dificultades para sostener las consecuencias de la revolución industrial y el hecho de que Chile monopolizara su oro blanco no llevó a nada, de hecho, fue peor que eso, haciendo cuentas se percataron que las reservas de salitre no iban a durar mucho, el mundo estaba en peligro.
La asociación británica para el avance de la ciencia juntó a todos sus químicos e hicieron esos cálculos para ver cuánto iba a durar el salitre y las fuentes de compuestos nitrogenados, se alarmaron e hicieron un llamado a todos los químicos del mundo para empezar a tratar este tema lo más pronto posible.
Por fortuna (y como ya había mencionado), pareciese que es el destino, tal vez simplemente la ciencia tiene esa fortuna de ser hermosa, pero mientras la avaricia inundaba los corazones de los países en la guerra del pacífico (allá por 1868, dos años después de que Bolivia rompiera el primer acuerdo) en Alemania nacía un científico de los grandes, y claro, en 1874 (cuando Bolivia y Chile hicieron el tratado de 50-50) también en esas tierras germanas nacía otro de los grandes, era la vida misma la que nos estaba poniendo a los héroes en la historia, el equilibrio raro que tiene la naturaleza para compensar todo lo que estábamos haciendo.
Estos dos científicos habrían de escuchar el llamado que se hizo a todo el mudo para combatir de una vez por todas el problema del salitre, y créeme, lo hicieron de una forma sin precedente alguno, marcaron un hito en la historia de la química.
Lo que hicieron nuestros héroes fue algo que hasta la fecha se sigue usando y que está en tu casa, en tu baño, en todo lo que usas, nuestros héroes salvaron a la humanidad de la inanición.
Pero claro, todo eso será contado en la cuarta parte de esta historia llena de drama y peleas campales por sales y mierda de pájaros.
¡Nos vemos en la PARTE IV!
[…] vemos en la PARTE III de este largo viaje en búsqueda del oro […]
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